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10:30 pm. Luna nueva.

Esa noche no hubo cambio alguno en su cuerpo, se sintió un poco aliviado, odiaba agonizar de dolor y tener que permanecer encerrado hasta el amanecer, por fin iba a dormir bien, pero alguien llamó a la puerta, refunfuñó y fue a abrir dejando pasar al joven hechicero que llevaba un semblante serio y preocupante.

—El hechizo... bueno, la poción — empezó con tono nervioso — no es tal cosa... en realidad... se trata de una maldición.

—¿Qué quieres decir? — frunció ligeramente el entrecejo.

—De algún modo... confundí los hechizos, ahora estás maldito — sonaba más nervioso.

Tobe se cruzó de brazos y se dejó caer sobre una silla apoyando la espalda sobre el respaldo, Shaman siguió hablando mientras caminaba de un lado a otro y frotaba su nuca con una mano.

—Cambiarás durante las noches de luna llena, estarás bien por ahora, pero el mal se extenderá apoderándose de ti y...

No logró continuar pues Tobe ya lo tenía apresado del cuello con una mano, el hechicero le miró con temor y agitó las manos en señal de que se calmara, pero en cambio Tobe apretó su agarre y lo levantó del piso. Le empezaba a faltar el aire, pero siguió hablando.

—Solo... dame tiempo... crearé algo que... ¡Agh! retrase la maldición al menos hasta que.... !Ugh! hasta que... encuentre la manera de liberarte.

Tobe lo soltó dejándolo caer de golpe y señaló la puerta, Shaman soltó a toser, pero entendió el mensaje y salió de ahí a toda prisa cerrando la puerta y dejando al ninja de pie en medio de la habitación aparentando los puños.

—Ese imbécil... — murmuró.

Se llevó las manos a la cabeza revolviendo su cabello suelto en señal de desesperación, caminó a la ventana y miró través del espacio entre las vigas que la bloqueaban, no había luna esa noche.

Se dejó caer sobre su cama, miles de pensamientos se apoderaron de él, ya era imposible dormir, se levantó y se puso una playera que encontró tirada por ahí, se recogió el cabello con su típica coleta alta y salió de su habitación. Todo estaba oscuro, pero podía ver perfectamente y sin problema salió de la guarida, caminó hasta la aldea, se veía tan desolado y a la vez tan pacífico cuando escuchó a lo lejos un leve sollozo, decidió averiguar. Su fino oído lo llevó hasta el Goh Rong, le pareció extraño, rodeo el lugar un poco y luego levantó la vista, una tenue luz se alcanzaba a ver desde una de las ventanas y sin saber qué lo estaba impulsando trepó con gran agilidad hasta esa ventana entreabierta, un aroma fresco invadió su nariz, pero por alguna razón no lo molestaba, no por ahora, se asomó un poco para ver el interior.

Pucca estaba recostada boca abajo, llevaba el cabello suelto y un camisón color lila que le cubría hasta las rodillas, se aferrába a una almohada ahogando su llanto, aún había dolor en su corazón, Tobe hizo una mueca y alzo una ceja, era claro el porqué de aquel llanto.

—Alguien como él no merece tus lágrimas — dijo en voz baja.

La joven se sobresaltó al escuchar esa voz grave y ronca, alzó la vista encontrándose con la figura de un hombre, se incorporó de un salto y se puso en modo de defensa.

—Oye cálmate, no voy a hacerte nada.

Se acercó más para que la tenue luz de la lámpara lo alcanzará a iluminar, Pucca logró reconocerlo al notar su cicatriz en el rostro, luego le miró con desconfianza, pero notó sinceridad en sus ojos y relajó los brazos.

—¿Vienes a burlarte?

—No... tengo insomnio y decidí salir a caminar. Alcancé a escucharte.

Pucca bajó la mirada.

—¿Por qué le lloras? — su pregunta hizo que ella frunciera el ceño — Está bien, no me digas, no es como si me importará.

Se formó un silencio incómodo y el aire empezó a soplar, está vez era más frío, haciendo estremecer a ambos, Pucca le hizo señas con la mano permitiéndole pasar, Tobe obedeció y cerró la ventana.

—¿Por qué estás descalzo?

El ninja dirigió la mirada a sus pies, si había notado ese detalle, pero no le importaba y solo se alzó de hombros, Pucca soltó una risita y luego se sentó al borde de su cama, tenía tanto que preguntarle.

—Tobe... — llamó casi en un susurro — ¿Por qué me ayudaste aquella vez?

Esa pregunta lo hizo esbozar media sonrisa y se recargó sobre la pared con las manos en los bolsillos de su pantalón que a veces usaba para dormir.

—No iba a dejar a una chica tirada en el lodo en medio del bosque.

La azabache levantó la mirada y pudo notar lo guapo que era, los años le habían sentado bien, no pudo evitar sonrojarse un poco y luego le dedicó una tierna sonrisa.

—También haz venido esta noche y no estoy tirada en el lodo.

—Uy... puedo irme si tanto te molesta.

Dio la vuelta y se dirigió a la ventana, pero Pucca ya lo tenía sujetándolo de su playera, se volteó a mirarla, estaban tan cerca que pudo notar lo pequeña que era en comparación a su gran estatura y ese irresistible aroma penetró su nariz de golpe. Pucca recordó el día que despertó en la guarida al ver el color gris de esa playera, se apartó de un brinco y el rojo de sus mejillas aumentó.

—Esa vez... No traía mi ropa... ¿Acaso tú...?

—Por supuesto que no — le interrumpió — fue Chief.

Al escuchar aquello sintió algo de alivio y volvió a sentarse en su cama.

—Tampoco he podido dormir.

Se puso pensativo, el rico aroma ya empezaba a molestarlo un poco, Pucca volvió a hablar usando un tono de voz bajo.

—Amm... ¿Por qué a veces pareces ser un tipo amable?

Aquello lo hizo reír un poco y con algo de esfuerzo le puso una mano sobre su cabeza.

—¿Prefieres que te trate mal?

—No, pero se supone que eres el malo, osea lastimaste a... Garu... y llamaste a tus ninjas.

Frunció un poco el ceño y luego se volvió a dirigir a la ventana, ahora con más razón quería salir de ahí, pero ella volvió a levantarse para detenerlo, se giró a verla.

—Ya no estás llorando así que ahora me debes dos — se burló.

Pucca soltó una risita y sin saber el porqué ya lo estaba abrazando, el ninja se quedó algo sorprendido y luego colocó su mano temblorosa sobre la cabeza de ella, definitivamente tenía que irse.

—Escucha... no soy del tipo afectivo.

Ella se apartó algo avergonzada y luego él la tomó del rostro para que lo mirará.

—Nos vemos, pequeña.

Le soltó y salió por la ventana, se fue rápidamente brincando sobre los tejados, Pucca lo siguió con la mirada hasta perderlo de vista.

Bajos instintos (Tobecca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora