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Fue a buscarlo poco después de terminada su fiesta de cumpleaños ya que la noche anterior que salió con Garu creyó haberlo percibido muy cerca de donde estaban, además de que al volver a su habitación encontró en el suelo un pastel y una cajita atada con un listón, él estuvo ahí y ella nunca llegó. Pero al llegar a la guarida uno de los ninjas le dijo que no estaba y que volvería hasta pasado mañana por lo que tuvo que volver a casa resignada y en cuanto llegó fue directo a su habitación decidida a tomar una ducha.

La azabache sintió que iba a desmayarse del susto cuando al salir del baño se encontró con esos ojos azules que la miraban desde un rincón, no esperaba verlo ahí y quizá lo que más le sorprendió fue que no fue capaz de percibirlo.

—Por dios, Tobe... — recuperando el aliento — No aparezcas así.

El lobo resopló molesto y lentamente se acercó a ella, la tenue luz de la lámpara dejó ver las múltiples heridas en su cuerpo, la azabache no tardó en verse preocupada, quiso acercarse, pero el animal retrocedió sin dejar de gruñir muy bajo.

—Entiendo que estés molesto conmigo — dando un par de pasos al frente — Pero déjame ver tus heridas.

El híbrido gruñó más fuerte y se abalanzó sobre ella tumbándola en la cama, resopló sobre su rostro para después comenzar a olfatearle el cuello tomándola por sorpresa.

—¿Qué haces...?

Estaba tan absorto en sus celos enfermizos que no era muy consciente de lo que estaba haciendo, lo único que quería era asegurarse de que ese ninja de coletas no hubiera vuelto a tocarla. Rasgó aquella toalla y continuó pasando su húmeda y fría nariz por esa piel de porcelana buscando el más mínimo rastro, pero no conseguía encontrar nada mientras la azabache temblaba debajo de él y sentía su piel erizarse al contacto de esa nariz.

—Tobe... ya basta — con voz quebradiza — por favor...

Seguía sin prestarle atención y sin que Pucca se lo esperara le abrió las piernas metiendo la cabeza entre ellas para olfatear su intimidad, ahora debía asegurarse de que ese ninja no se hubiera adueñado de lo que era suyo porque de ser así primero la mataría a ella y luego iría por él. La azabache no pudo más y haciendo uso de su gran fuerza lo pateó en el hombro consiguiendo hacer que se alejará.

—¡Te dije que basta!

Jaló las cobijas para cubrirse mientras el lobo le miraba molesto y gruñía de nuevo, luego la tomó con demasiada fuerza del brazo, pero de inmediato le soltó cuando ella le soltó un puñetazo justo en la nariz dejándolo muy aturdido. Pucca se miró el brazo notando que había conseguido dejarle una gran marca rojiza que seguramente no se quitaría en al menos una semana, volvió mirar al lobo que ya había salido de su aturdimiento y ahora la miraba preocupado.

—No es nada, tranquilo.

«Te lastime...» gruñó muy bajo mientras bajaba las orejas «Lo siento, perdí el control. Cada vez... es más difícil...» sollozó un poco y entonces la azabache lo tomó del rostro y juntó su frente con la de él.

—Lamento no haber estado esa noche, te dejé solo.

«Te vi con él...» Pucca le besó en la nariz «No pude soportarlo... Yo... hice algo malo...» Ella se levantó de la cama para abrazarlo con fuerza.

—Todo está bien.

La apartó para poder mirarla y rozó sus labios con la lengua, se unieron en ese extraño beso por unos segundos antes de que Tobe volviera a alejarse e ir directo a la ventana, Pucca quiso detenerlo, pero él se negó.

«Perdóname» y antes de que la azabache pudiera decir más se fue a toda velocidad brincando por los tejados.


Bajos instintos (Tobecca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora