38

556 96 9
                                    

Se adentró en la habitación y escuchó como la puerta se cerró a sus espaldas, estaba oscuro, sintió como esos fuertes brazos la abrazaban por la espalda haciéndola estremecer, estaba comenzando a ponerse nerviosa mientras sentía esa pesada respiración sobre su oreja.

—Me agrada la idea de que te quedes esta noche — susurraba.

—¿Está bien si me doy un baño primero?— tímida.

Esos brazos la soltaron y luego la luz de una lámpara se hizo presente. Lo vio acercarse al ropero de donde sacó una toalla que le entregó sin decir nada, luego la llevó al baño y con muy pocas palabras le dio indicaciones para el agua caliente y el agua fría, luego solo se dispuso a salir, pero ella alcanzó a detenerlo sujetándolo de su traje haciéndolo voltear.

—¿Necesitas algo más?

Se quedó pensativa con la mirada abajo y negó con la cabeza, pero de inmediato afirmó ¿Se atrevería? Aquello solo formaría un lazo más íntimo con él, no estaba segura de que fuera buena idea, pero quiso correr el riesgo.

—Báñate conmigo — dijo con un hilo de voz.

Esas palabras tomaron por sorpresa al ninja, nunca imaginó que ella fuera capaz de pedirle algo así sin embargo esbozó una sonrisa triunfante para si mismo, era obvio que si tenía la oportunidad no la iba a dejar pasar. Lo vio pasar a su lado y escuchó cómo se abría la llave y el agua empezaba a correr, se mantuvo quieta en su sitio escuchando algo detrás de ella, no había que ser muy listo para saber que él se estaba desvistiendo.

—Date prisa o iré por ti.

Sus mejillas ardieron y su corazón estaba acelerado, y de manera algo torpe se desvistió y tomando la toalla se cubrió acercándose a la cortina que los separaba, respiró profundo para calmar sus nervios y terminó por recorrerla, lo vio de espaldas a ella, observó la manera en que esas manos masajeaban ese cabello negro y el jabón bajaba por esa espalda llena de cicatrices, enrojeció aún más al darse cuenta hacia donde estaba por dirigir la mirada así que rápido volvió a centrase en ese cabello negro que ahora estaba libre de jabón. Otra vez esa voz ronca.

—¿Vas a quedarte a mirar o vienes?

—Amm...

Tobe se giró y la tomó de la muñeca para llevarla dentro de la regadera mirándola a los ojos, ella soltó la toalla de manera inconsciente dejando al descubierto esas curvas que guardaba celosamente, sin embargo a sabiendas del neviosismo e inexperiencia de la chica mantuvo la mirada en esos ojos oscuros, no iba a presionarla, y entre medias sonrisas, sin dejar de mirarse a los ojos y besos inocentes terminaron de lavarse. Pucca se envolvió en una toalla, se giró a verlo y lo sujetó del rostro para besarlo dulcemente en los labios, Tobe la acercó más a él posicionando sus manos en esa fina cintura y sentía a su lobo inquietarse, llevó el control del beso volviendolo más profundo, sus lenguas se entrelazaron, la guio a la cama y ambos cayeron, ella acarició ese pecho bien trabajado hasta que él la detuvo sosteniéndole la mano.

—Pequeña... — jadeante — No es que no quiera... es solo que...

—Quiero que seas tú.

Era la señal que él estaba esperando y otra vez sus instintos se estaban apoderando de él, retiró la toalla que la cubría y por fin deleitó sus ojos mirando a detalle ese pálido cuerpo con senos firmes de tamaño mediano con delicados pezones rosados, esas caderas redondas y las piernas tan bien torneadas, no lo resistió y pasó la mano por ese vientre mientras se acercaba a su cuello, quiso besarlo, pero ese pentagrama de plata estaba ahí, gruñó bajo, aquello era como un repelente para él, pero no iba a permitir que nada interfiriera así que soportando la quemadura provocada por el metal tiró de la cadenita haciendo que se rompiera y luego lo arrojó lejos, al fin ese cuello era suyo. La azabache se sintió estremecer cuando una mano apresó uno de sus senos, soltó un quejido y apretó las piernas, se cubrió el rostro enrojecido de vergüenza mientras esa lengua jugueteaba por su clavícula y luego lo sintió bajar hasta su otro seno paseandose por su rosado pezón y esa mano experta iba a su entrepierna para jugar un poco con delicadeza. En otro momento Tobe hubiera ido directo a penetrarla, pero no lo hizo, con ella se sentía diferente, en calma, iría despacio, sería gentil y cariñoso. Pucca llevó sus manos a ese cabello negro y lo removió mientras su cuerpo se envolvía en espasmos de placer, deseando cada vez más, soltó un pequeño grito cuando él mordió con algo de fuerza su hombro.

—¡Aah, Tobe!... ¡Mmgh!...

—No... — lamió la pequeña marca que dejó — Dime amo.

—Amo...

El tono de voz de ella lo volvía loco, sus dedos pronto se llenaron del néctar de la joven, a la vista y asombro de ella se lamió los dedos y volvió a apresar un pezón con los dientes mientras apretaba el otro con los dedos, ella se estremeció y comenzó a gemir y a jadear de placer, se apartó y se retiró la toalla de la cintura mostrando su creciente erección, se sintió halagado al ver la reacción de ella, se posicionó entre esas lindas piernas frotando su miembro en su entrada. Pucca estaba nerviosa y su corazón no dejaba de latir desbocado, se abrazó a él y sintió como empezaba a penetrarla, soltó un quejido y lo abrazó con más fuerza, su cuerpo temblaba y él se detuvo.

—¿Estás bien? — le susurró al oído.

Pucca no respondió y solo lo beso con ternura en los labios. Tobe no iba a continuar hasta que ella se lo permitiera, acarició suavemente uno de esos suaves senos y ella deslizó sus manos por ese marcado pecho y lo rodeó por la cintura, otra vez se sintió llena de un sin fin de sensaciones nuevas y placenteras, lo abrazó con una pierna con algo de fuerza y solo eso bastó para permitirle que la penetrara completamente.

—¡Mmgh!...

Tobe comenzó a moverse lentamente, ambos empezaron a gemir llenándose de placer y deseo, sintió como ella mordía y lamía el lóbulo de su oreja, eso lo enloquecía, aumentó un poco el ritmo de las embestidas y los gemidos y jadeos de Pucca pronto se hicieron escuchar cada vez más constantes. La azabache desgarró con las uñas la piel tan dura de esa espalda.

—¡Agh!... Mierda... — su voz era más profunda y ronca — Me encantas, pequeña... ¡Mmgh!...

—¡Aah!... ¡Amo!

Volvió a clavarle los dientes en el cuello y soltó un gruñido, aceleró el ritmo y pronto esa habitación se llenó de los gritos de placer de la chica mientras ella le desgarraba más la piel y lo aprisionaba con fuerza con las piernas. La respiración de ambos era entrecortada, jadeaban, gritaban y gemían, otra vez esos besos apasionados impregnados de lujuria opacaban esos gritos. Soltó a gruñir de nuevo, estaba perdido, nunca antes se había sentido de ese modo y le encantaba.

—Muerdeme... — suplicó entre jadeos.

Perdida en esa lujuria no le parecía extraño la manera en la que él gruñía ni mucho menos aquella petición, llevó su boca a ese cuello, lo lamió un poco y luego enterró los dientes en el.

—¡Mmgh! — otro gruñido — Más fuerte...

Sintió como esa pequeña mordida era más profunda, gruñó de nuevo, la tomó del rostro para poder devorar esos suaves labios, no podía resistirlo más y embistió con más fuerza, y ambos sucumbieron al clímax, cayendo rendidos. Ambos jadeaban tratando de recuperar el aliento, Pucca dirigió la mirada a ese atractivo hombre que la miraba, acarició su mejilla y él la envolvió en un abrazo.

Bajos instintos (Tobecca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora