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Pucca no entendía qué era lo que estaba arañando afuera de su ventana a esas horas de la madrugada, respiró profundo y abrió, algo cayó sobre ella aplastándola, pesaba demasiado, pero sin problema lo apartó hacia un lado y giró la cabeza llevándose la sorpresa de ver a Tobe semidesnudo cubierto de llagas que sangraban, terribles quemaduras y ardiendo en fiebre. De prisa lo levantó y lo fue a recostar a la cama, luego corrió al baño y humedeció una toalla para limpiar la sangre, sacó de un cajón un ungüento medicinal, ese que tantas veces utilizó para sanar las heridas de Garu y nunca se lo agradeció, lo untó sobre las heridas, sobretodo en la enorme y profunda llaga que estaba en una de las piernas, sacó todas las vendas que tenía en ese momento y cubrió ese cuerpo agonizante, fue por otra toalla húmeda y la colocó sobre su frente para bajarle la fiebre, se recostó junto a él para vigilarlo, pero su sueño pudo más.

Recorrió la habitación con la mirada, las paredes eran tan rosas que lo irritaban, pero lo ayudaron a saber dónde estaba, necesitaba ir al baño así que con mucho trabajo se levantó, respiró profundo y cuando dio el primer paso fue directo contra el suelo, gritó de dolor y se quedó temblando, Pucca iba entrando en ese momento y al verlo dejó la bandeja de comida que traía en el suelo y corrió a socorrerle.

—¡Tobe! No debes hacer esfuerzo.

—Solo quería ir al baño.

Lo guio al baño, sin decir nada, y lo dejó apoyado sobre el lavamanos y pasó a retirarse cerrando la puerta, levantó la bandeja y la dejó en la mesita junto a la cama, el ninja salió y se apoyó sobre el marco de la puerta, y lo ayudó a volver a la cama, se sentó a su lado.

—¿Vas a decirme qué te pasó? — preguntó de pronto, pero no recibió respuesta — Creo que deberías ir al hospital.

—¡Agh! — resopló molesto — No fastidies con eso, niña, estaré bien.

—Como quieras — no quiso insistir.

—¿Cuánto tiempo llevo aquí?

—Desde anoche. Llevas dormido gran parte del día.

No dijo nada y se concentró en ella un momento luego la sostuvo del rostro, se sintió perdido, se acercó despacio y devoró esos suaves labios siendo correspondido, quiso volverlo más profundo, pero ella rompió el beso y lo miró directo a los ojos.

—¿Qué somos?

Esa pregunta lo tomó por sorpresa y se quedó pensativo, no sabía qué responder, solo eran dos personas que después de tantos años de ser enemigos de pronto empezaban a llevarse bien y por azares del destino jugaban a besarse además aún no terminaba de sincerarse con sus sentimientos, nunca antes se había sentido tan atraído por alguien, por otro lado su lobo pedía por ella casi cada noche, pero así como la deseaba de manera pasional y obsesiva también la deseaba para desgarrar su carne y devorarla.

—No estoy seguro — respondió al fin, algo serio — ¿Tú qué dices?

—No lo sé — se puso de pie — Aproveché una distracción de mis tíos para traerte comida.

Le acercó el plato y se quedó a su lado mientras él devoraba la comida, llegó a pensar que debió traer porción doble, se le veía muy hambriento, el ninja dejó el plato en la mesita.

—¿Te gustó? Era una orden especial.

—¿Especial?

—Sí — sonrió un poco — Recordé que te gusta la carne casi sin cocer así que me aseguré de que no se pasará.

Aquello lo hizo esbozar una sonrisa, le parecio adorable que ella recordará eso, la invitó a recostarse a su lado y olvidando el dolor de su maltrecho cuerpo giró quedando sobre ella, acarició ese lindo rostro y la besó en los labios, ella correspondió, y esta vez el beso se hizo más profundo, más pasional. Algo lo hizo volver en si y rompió el beso, iba a oscurecer en unas horas y habría luna llena, debía salir de ahí y en un duro intento quiso ponerse de pie cayéndose de la cama, se quejó de dolor.

—¡Idiota! — fue a ayudarlo — Te dije que no hicieras eso.

—¡Agh!... Se siente de la mierda... ¡Ugh!...

En cuanto logró hacer que se sentara en la cama alguien golpeó la ventana suavemente, tomando por sorpresa a la joven azabache que algo dudosa fue a abrir y tres ninjas entraron en la habitación y apoyaron una rodilla en el suelo mientras llevaban un puño al pecho y agachaban la cabeza mostrando gran respeto.

—¡Maestro Tobe! — dijeron al unisono de manera firme.

Pucca volteó a ver a Tobe que ya tenía una expresión fría en el rostro y despedía un aura dominante.

—Demoraron demasiado.

—Discúlpenos, amo, no volverá a pasar — dijo el ninja del centro.

—Como sea, saquenme de aquí.

Los ninjas se pusieron de pie, pero solo dos de ellos levantaron a Tobe de la cama dispuestos a sacarlo por la ventana, la azabache intervino cerrandoles el paso.

—Espera, no puedes irte, debes recuperarte.

Él no respondió haciendo que la azabache frunciera un poco el entrecejo algo molesta y se dirigiera a los ninjas.

—Déjenlo, yo cuidare bien de él — casi suplicando.

—Señorita, debemos acatar órdenes.

Se giró a ver al ninja que había dicho aquello y lo reconoció.

—Kenzo, por favor.

El ninja no respondió, solo se mantenía con las manos en su espalda y desviaba la mirada hacia su señor quien parecía que se estaba molestando.

—Basta, pequeña — serio — No permitiré que desafíes mi autoridad.

La azabache lo miró con molestia, lo notaba tan diferente a como estaba hace unos momentos, pero aún así volvió a insistir.

—Estás muy herido, no dejaré que te vayas —frunció más el ceño — ¿Por qué haces esto?

Kenzo la tomó de la mano y la hizo a un lado para que su señor y compañeros pudieran pasar.

—No lo entenderías — respondió Tobe ya más molesto.

—Eso no lo sabes.

No quería discutir con ella, la última vez casi la asesina, sus ninjas lo ayudaron a salir de esa habitación y antes de marcharse volteó a mirarla por encima del hombro.

—Luna llena...

Fue todo lo que dijo antes de que Kenzo hiciera estallar una bomba de humo sobre el tejado para desaparecer sin dejar rastro de que alguna vez estuvieron ahí.








Bajos instintos (Tobecca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora