8: Besos de sal.

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El matrimonio podía significar dos cosas: la unificación de dos personas dispuestas a compartir su vida, o la destrucción total de una relación

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El matrimonio podía significar dos cosas: la unificación de dos personas dispuestas a compartir su vida, o la destrucción total de una relación. Y la segunda opción, era la más común.

—¿Qué harás esta noche? —preguntó William, con la voz suave, mientras abrazaba por la espalda a su cónyuge.

—No lo sé, terminar de trabajar —se encogió de hombros—. ¿Por qué?

—Bueno, Alan me dio esta noche libre, pensé que quizá podríamos hacer...
algo —depositó un beso en su cuello.

—Ese idiota —bufó—. No puedo creer que aún te lleves con él. Si yo fuera tú, correría de tipos como él.

—Ya no es importante, querido. Olvídalo de un vez —en raras ocasiones, William deseaba estar con su pareja, y esta era una de esas punzadas.

—No lo voy a olvidar —lo miró mal, a la par en que fruncía los hombros para liberarse del agarre de su esposo—. Ya suéltame y déjame trabajar.

—Saul... —se quejó a modo de berrinche.

—No empieces con tus cosas, no estoy de humor.

—Pero no estoy empezando nada —lo sujetó del brazo—. ¿Hace cuánto tiempo que no estamos juntos?

—La semana pasada fuimos a cenar y no querías ni mirarme. No te entiendo, siempre eres tan complicado.

William se estresaba cuando Hudson no entendía sus indirectas.

—Es que no hablo de eso. Hablo de estar juntos, ya sabes...

Saul suspiró. —Ve, ni siquiera puedes decirlo directamente. Aún no estás listo, y no te pondré una mano encima hasta que esté seguro de que mejoraste.

El joven rodó los ojos con fastidio. —¿Te crees mi psicólogo, acaso?

—Te vendría muy bien ir a uno.

—¿En serio, vas a seguir con esto? de haber sabido que te pondrías así, nunca te lo hubiera contado.

Saul miró a su esposo con algo de lástima, sabía que estaba mal y  necesitaba ayuda, pero William encerraba sus verdaderos sentimientos para protegerse de sí mismo.

—No puedo y no debo hacerlo, esto solo te hará mas daño; necesitas sanar de verdad, y cuando lo hayas hecho, entonces hablaremos de esto.

William soltó un bufido. —Bien, si lo que quieres es que sea directo, lo haré —tomó aire—. Quiero que volvamos a tener sexo. Ni siquiera me tocas, ni me miras, ¿acaso ya no te gusto?

—Sabes que no es eso, ya cállate.

A Hudson le irritaba que su cónyuge actuara aún como adolescente, con sus rabietas caprichosas en donde no había más opción que hacer lo que William quería.

Neon CaressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora