54: Mente abierta.

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Esa misma madrugada, Izzy no dejó solo al joven, porque si lo hacía, la cosa terminaría mal

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Esa misma madrugada, Izzy no dejó solo al joven, porque si lo hacía, la cosa terminaría mal.

No podía sacarse de la mente aquella frase escalofriante que William le recitó, con toda la insolencia del mundo.

Sabía que era una petición genuina, porque en su mirada, se dibujaba la desesperación más realista que vio alguna vez.

Estaba emocionalmente bloqueado; era demasiado para procesar, y su cuerpo no soportaba niveles de estrés tan exorbitantes.
Le resultaba extraño, porque era como estar sumergido en un intenso dolor, que lo aislaba de los estímulos exteriores, para protegerse a sí mismo.

Miró a William recostado en la cama, quien no había dejado de llorar en toda la madrugada, alegando por un agudo dolor en el estómago.

Vomitó varias veces más, y con cada ida al baño, el contenido se fue clarificando, hasta expulsar menos sangre cada vez.

A Izzy no lo asqueaba, al contrario, se sentía un poco más tranquilo porque el joven no había empeorado en el transcurso de las horas, pese a que seguía quejándose porque se sentía mal.

Acercó su mano al rostro de William, recorriéndole la mejilla izquierda con el pulgar, para limpiarle las lágrimas.

Le lastimaba verlo así, casi parecía dar sus últimos respiros.
Era entendible que luciese tan demacrado; después de todo, había tenido un sangrado estomacal, y no había parado en varias horas.

Claro, la solución era llevarlo al hospital, pero tras presenciar aquel declive emocional, prefirió ayudar solo cuidándolo, y si sus síntomas empeoraban, entonces sí irían a urgencias.

Izzy estaba sentado en un pequeño sofá, a un lado de la cama de William.
Lo suficientemente cerca como para tocarlo si quería.

Pese a la situación, no desaprovechaba la oportunidad para acariciarle el rostro, como una forma de consolarlo; y en ese instante le dieron ganas de hacerlo.

Pasó su mano por la frente del joven, y se percató de que su piel, y parte de su cabello estaba mojado.

—Estás sudando —dijo en voz baja, para no alterar la paz del ambiente.

—Tengo calor —respondió. —Esta playera es muy caliente, y me estoy rostizando.

—¿Quieres cambiarte?

William asintió en silencio.

Izzy le sonrió con los labios, y tocó la punta de la nariz del joven con su dedo, ocasionando que este soltera una pequeña risa.

El corazón de Stradlin comenzó a latir con rapidez; aquel sonido era su favorito.

—Qué bueno es verte sonreír de nuevo —dijo.

Rose no supo qué responder, era incómodo escuchar algo como eso, sabiendo que aún se sentía fatal.

Izzy se levantó del sofá, y caminó hacia el closet del vedette, apenas alumbrado por la cálida luz proveniente de la lámpara de noche de William.

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