48: Detrás de las rejas.

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William llevaba varios días hablando con Myles por teléfono, para tener información más específica sobre la situación de su esposo

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William llevaba varios días hablando con Myles por teléfono, para tener información más específica sobre la situación de su esposo.

Sus días estaban tan ocupados, que ya ni siquiera tenía tiempo para sentirse mal.

Alguna vez escuchó a dos hombres menospreciar los problemas mentales, como la depresión y la ansiedad, diciendo que era la enfermedad de los burgueses, porque cuando tienes trabajo, no es tan simple caer en un ataque de ansiedad.

En ese momento, le molestó escucharlos, y lo catalogó como una conversación de muy mal gusto; pero ahora que tenía tanto por hacer, no estaba concentrado en sus males, sino en los de Saul.

Richard había conseguido el permiso que le pidió, así que viajarían a San Francisco, y de ahí al Condado de Marin.
Definitivamente mucho desplace para solo una hora de visita.

William se levantó muy temprano, estaba nervioso y le dolía el estómago.
Tenía un poco de miedo por ver a Saul, pues aquellas tediosas semanas que llevaba encerrado, eran culpa de una promesa de amor que no pudo cumplir.

Se sentó en una silla del comedor, mientras sostenía un vaso de agua; no tenía espacio ni para un pequeño trago.

Las manos le estaban sudando, y tenía frío, aunque la mañana era calurosa; no quería que las cosas fuesen tan difíciles, y extrañaba los días en los que creía que su vida ya era lo suficientemente difícil, porque claramente, esos eran los buenos tiempos comparados con lo que vivía ahora.

Cuando estaba a punto de darle un sorbo al agua, escuchó la puerta de su casa, y se levantó rápidamente para abrir.

—Buenos días —dijo Richard, recargándose en el marco.

—Hola —sonrió débilmente.

—¿Ya estás listo?

—Eso creo —rio nervioso—. Honestamente, estoy asustado.

Richard lo miró extrañado.
—¿Por?

El joven se encogió de hombros.
No tenía ni idea de porqué se sentía tan alterado.

—Eres demasiado ansioso; no te hace bien sobrepensar todo.

—Ojalá supiera cómo dejar de hacerlo —respondió, un poco molesto.

Fortus lo observó en silencio; la respuesta a su problema era tan obvia, que incluso le pareció estúpido decirle que necesitaba terapia.

—¿Crees que haya algún problema si dejo mi auto en el estacionamiento? —el abogado cambió el tema.

—No —contestó a secas.

Richard entrecerró los ojos.
—¿Seguro que estás bien?

—Estoy cansado, eso es todo.

No lo era, ya ni siquiera podía contener las ganas de llorar.
Le resultaba más frustrante que nunca; no sabía si era miedo porque lo atraparan, o terror de la sentencia de Saul.

Neon CaressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora