52: El ladrón de almas.

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Hubo un extraño e incómodo silencio mientras William e Izzy esperaban fuera de la oficina del abogado

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Hubo un extraño e incómodo silencio mientras William e Izzy esperaban fuera de la oficina del abogado.

Stradlin estaba sentado frente al joven, y su sola presencia lo ponía nervioso.
Quería hablarle, pero sentía la voz atrapada en un profundo miedo.

Tenía tantas cosas por saber, que el silencio era una tortura, porque no quería seguir con la incógnita de quién mierda era el hombre con el que William se estaba besando el otro día.

Miró al joven un momento: estaba cabizbajo, con su cabello pelirrojo cubriéndole gran parte del rostro.
Tenía las piernas abiertas y los antebrazos recargados en los muslos.

Lucía triste, bastante en realidad, y el policía sentía que tenían ese sufrimiento en común.
Tal vez podrían hablar de lo difícil que era la vida, sin importar la diferencia de sus problemas.

Quería escuchar su voz, contándole de nuevo sus dolencias; quería tener su confianza, para sentirse conectados otra vez; estaba muerto de ganas por saber de él, de su vida. Cualquier información le vendría bien, tan solo para volver a tener una cercanía.

No soportaba que Rose lo tratara como un desconocido, después de haberle dicho cuan enamorado estaba.
Era como si le hubiese mentido todo ese tiempo, porque realmente era muy bueno haciéndole sentir al policía que nunca hubo historia entre ellos.

William alzó su rostro, y su mirada se encontró con la de Izzy.
Él también sentía que el mundo se le venía encima con la adrenalina de mirarse a los ojos; pero ya no quería intentar nada con nadie, solo quería morir.

Su corazón latía fuertemente, y el vientre le cosquilleaba.
Apenas podía respirar con regularidad, porque la emoción le entumía el cuerpo, ocasionando que las costillas se le cerraran y le estrujaran los pulmones.

No pretendía desvíar la mirada; esa sensación le recordaba que estaba vivo, y que aún había un par de cosas buenas por experimentar.

Siguió atento a esos ojos aceitunados; eran preciosos, con esos matices avellana que resaltaban sus pupilas, y le daban una profundidad misteriosa a su mirada.

El joven comenzó a sentir las mejillas calientes, al momento en el que el sentimiento se volvió más intenso por el tiempo que llevaban viéndose.

Sus nervios terminaron por traicionarlo, y le fue imposible contenerse más.
Soltó una corta risa involuntaria, que funcionó como escape para toda la presión que sentía.

Agachó su cabeza para tratar de disimular, pero esa acción, sumada a su sonrojo, entorpecieron su vergüenza, y lo hizo lucir tímido e inexperto.

Izzy casi sintió que el pulso le rompía las costillas.

Ahí lo tenía; sí había algo entre ellos aún.
Una luz de esperanza para acabar con su sufrimiento.

Le emocionó saber que los sentimientos del joven no desaparecieron espontáneamente.

Neon CaressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora