71: Playa lavanda.

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Aunque Izzy creyó que tendrían tiempo para arreglar su pequeño problema, no contó con que esa noche William no volvería a la casa

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Aunque Izzy creyó que tendrían tiempo para arreglar su pequeño problema, no contó con que esa noche William no volvería a la casa. Ni la siguiente, ni la siguiente.

Cayó en cuenta de que en tres días no pisaba su propio apartamento, y tampoco había una sola llamada en la contestadora del teléfono.

El primer día le pareció normal que no volviera, pero a esas alturas, más que creer que no quería verlo por vergüenza, sospechó que le había ocurrido algo, pues al buscarlo en el cabaret, se enteró que desde la última noche en que lo vio, él tampoco volvió allí.

No entró en pánico, lo más obvio es que estaría con Richard, y para sorpresa suya, el abogado tampoco sabía nada de él.

Ya no le pareció tan poca cosa después de eso.

Revisó cada rincón del apartamento después de salir del trabajo, para buscar cualquier minúscula diferencia en el orden de las cosas: su ropa, la comida, higiene personal.
Ni siquiera el viento había movido un solo hilo en las cortinas de la sala, todo estaba pulcro en aquel hogar.

La peor parte, es que jamás le dijo a dónde se fue la madrugada antes de su partida, así tendría al menos una idea vaga de en dónde estaría para ese momento.

Conocía mucho de él, pero no lo suficiente como para saber en dónde demonios podría estar si se le ocurría desaparecer.

Antes de que anocheciera, fue a su auto y condujo despacio por todo Santa Mónica, asomándose en los callejones con la esperanza de encontrarlo en algún rincón remoto.

Él no estaba a plena vista, ni en ningún lugar que pudiese hallar sin esfuerzo.

Stradlin hizo memoria, para recordar si alguna vez le habló de algún lugar al que huyera cuando el mundo lo sobrepasaba.
Y fuera del 'California Roll', no había otro sitio así.

Sabía que al menos seguía vivo, porque no había noticias de algun cuerpo encontrado en las calles, y sabía que William era tan egocéntrico, que incluso para morir, querría ser el centro de atención, durante días, o semanas.

No se arrojaría al mar, el océano no era digno de que su cuerpo se perdiera allí, para pasar desapercibido.

Sabía que su estilo era arrojarse de un edificio, o a las vías del metro.
Tal vez pensar en ello sonaba como una atrocidad, pero esa insensibilidad, lo hacía sentirse mejor respecto al rumbo del joven.

Pensó en bares, discos, tiendas, cualquier maldito espacio que lo hiciera feliz, y comprendió el problema al darse cuenta que tal lugar no existía.

Conforme la tarde avanzaba, su pacifismo se esfumaba, al reducir sus posibilidades de saber algo de él.

Se suponía que las cosas iban a cambiar, pero era lo mismo de siempre, y gran parte de la culpa era suya.

¿Qué podía decir? William lo sacaba de quicio.

Neon CaressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora