37: Mal presagio.

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Axl cerró los ojos, dejándose caer en el suelo de algún callejón viejo y sucio de Santa Mónica

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Axl cerró los ojos, dejándose caer en el suelo de algún callejón viejo y sucio de Santa Mónica.
Se tapó la boca para callar sus lamentos y comenzó a llorar.

Hasta ese punto había estado con siete hombres diferentes, en un lapso de dos día: era asqueroso.
Ya no quería meterse con nadie más; en definitiva, acababa de empeorar su relación con el sexo.

Se arrepintió por convertirse en una prostituta, tan solo para pagar la deuda que surgió apartir de no querer ser tratado como objeto sexual.
Parecía estúpido, porque era hasta contradictorio, pero le costaba mucho sentirse valorado más allá de su cuerpo.

Tenía solo una tarde para reunirse con Myles, y aún no juntaba el dinero suficiente.
Con dos días de trabajo en el cabaret, sumado a sus recientes encuentros sexuales, tan solo logró ganar seis mil dólares.
Tal vez parecía que conseguir esa cantidad en dos días era una locura, pero para lo mucho que Axl se denigró, era una miseria.

Sus clientes no se molestaron siquiera en ser mínimamente cuidadosos. Sabía que no estaba en posición para exigir que lo trataran cual príncipe, pero un poco de decencia no le habría caído mal.

Estaba ciertamente avergonzado por admitir que lo habían lastimado desde su segundo encuentro, así que las constantes penetraciones bestiales le habían dolido como pellizcos en el ano.
Sí, en definitiva era desagradable; por eso le apenó decirle a sus clientes que estaban siendo muy bruscos, y que era un verdadero milagro que no estuviese sangrando.

Apesar de parecer muy liberal respecto a su pensamiento, tenía bastantes tabúes con su cuerpo y algunas sintomatologías extrañas, cortesía del sexo con nula comunicación.

No solo fue doloroso, desagradable y humillante, también resultó bastante traumatizante, pues no podía sacarse los recuerdos de la mente.

Sabía que se lo había ganado por ser tan estúpido y escoger esa forma de conseguir los diez mil; ahora no tenía ni pizca de estabilidad ni el dinero completo.

Secó las lágrimas de su rostro antes de ponerse de pie de nuevo.
El último hombre con el que se encontró, no tuvo la cortesía ni de entregarle el dinero en la mano; le aventó los billetes y le dijo "ramera barata".
Así que antes de marcharse, recogió su ganancia, denigrandose aún más.

Se dirigió a su casa en un taxi; debía darse una ducha porque esa tarde se encontraría con Izzy. No era su gran cita, pero sí pretendían ir romantizando el aura entre ambos.

No podía ser más inoportuno, William no quería ver a nadie, ni mucho menos experimentar sentimientos de amor; estaba asqueado y todo le parecía repugnante. No quería contaminar su imagen de Izzy, pero tampoco cancelar el plan, porque le había costado lágrimas arreglar su relación con él.

Cuando llegó a su apartamento, abrió la llave de la regadera tan pronto como entró al baño.
Se desvistió y se metió a la ducha rápidamente; ansiaba quitarse esa sensación del cuerpo.
Ya la conocía bien, sabía que ni el agua ni el jabón lo harían sentir "limpio".

Neon CaressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora