16: Nada es lo que parece.

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William despertó con un terrible dolor de cabeza, ni siquiera había bebido tanto, pero al parecer, lo que consumió la noche anterior le había dejado unos espantosos efectos por la combinación

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William despertó con un terrible dolor de cabeza, ni siquiera había bebido tanto, pero al parecer, lo que consumió la noche anterior le había dejado unos espantosos efectos por la combinación.
Incluso se sentía agotado, como si llevara cuarenta años trabajando durante catorce horas diarias.

No era su mejor día, se veía pálido, demacrado y el más mínimo sonido le irritaba.

Para su desgracia, podía recordar todo lo que había sucedido, no le quedaba más remedio que morir, o al menos desaparecer hasta que la gente olvidara lo que vio.
Pocas veces en su vida había deseado regresar el tiempo y corregir alguno de sus errores; este era uno de esos casos.

Cubrió su rostro con ambas manos y soltó un lloriqueo cuando el recuerdo se reprodujo en su mente, no podía creer que hubiera sido tan estúpido como para exhibirse de esa forma.
Una cosa era hacer striptease privado y otra muy distinta, era comportarse de lo más obsceno frente a tantas personas, y de forma gratuita.
Quería que un meteorito cayera en el planeta y lo destruyera por completo. Se negaba a que las personas siguieran hablando mal de él y juzgando todo lo que hacía. En esos lugares los rumores corrían rápido, no pasaría mucho tiempo para que la historia llegara al cabaret y más personas lo calificaran como promiscuo.
No era un pervertido, solo estaba confundido y muy drogado; pero limpiar su imagen ya sería imposible, con su explícita escena sexual y su incidente con Saul en el cabaret.

Continuó sobrepensando todo y la ansiedad se apoderó de él; esperaba que solo se tratara de paranoia, solía imaginarse los peores escenarios y al final las cosas no salían tan mal como se lo esperaba. Pero en esta ocasión, podía incluso olfatear a los hombres que comenzarían a acecharlo, solo por creer que era ninfómano o algo por el estilo.

Se levantó de la cama; presionaba sus sienes fuertemente con una mano. Si la cabeza no le explotaba en ese momento, él se la volaría; ya estaba harto de todo, de sus problema, de sus sentimientos, de ser tan idiota. En pocas palabras, no soportaba ser él.

Caminó hacia la cocina y tomó una aspirina, tenía fe en que eso calmaría su malestar, que en parte lo tenía de muy mal humor.
Para empeorar las cosas, ese día era su cita para dar su declaración a la policía, y él luciendo como un cadáver. Nadie le creería a alguien que parecía llevar años en drogas.
Las malas decisiones y él, eran un mismo ente, que no podía existir por separado.

El interrogatorio lo tenía asustado, no quería hablar de su padre ni aunque fuese la única forma de salvar a la humanidad. Lo detestaba, cada día un poco más. Y si de él dependiera, lo habría hecho sufrir durante toda su vida. Ese hombre se merecía lo peor del mundo.

Aún así, debía hablar sin mostrar tanto rencor, porque su odio sumado a su apariencia, seguramente lo haría parecer un demente y potencial asesino, así que solo le quedaba respirar y tratar de verse como un ser humano decente.

Tomó una ducha rápida; aún tenía algunos moretones en en el cuerpo, pero sus heridas por los puños de Saul estaban sanando bien. Usaba maquillaje en el rostro para encubrirlo, al menos ya no tenía la nariz negra e inflamada.
Entendía que era un proceso natural, pero le asqueban los modos de sanación del cuerpo y esa forma tan morbosa de transformar su físico; pero sobre eso, no tenía más que hacer.

Neon CaressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora