63: El espejo de Narciso.

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La recuperación de la cirugía, fue en realidad, el proceso más simple desde la internación de William, así que al cabo de un mes, lo dieron de alta

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La recuperación de la cirugía, fue en realidad, el proceso más simple desde la internación de William, así que al cabo de un mes, lo dieron de alta.

Llevaba tan solo cuatro sesiones en el psicólogo, donde se rehusó a hablar de la violación, pero vio la oportunidad de ser abierto respecto a sentirse vulnerable en su matrimonio.

No hablaba del tema, y él mismo se rehusó a alimentar su miedo, después de que Saul se fue de la casa.

Admitía que aún le avergonzaba decir en voz alta, que no encontraba la manera de defenderse, ni con él, ni con nadie.

Por supuesto, eventualmente, tendría que hablar de sexo, y esa sería la puerta para llegar al tema de la violación, pero William estaba convencido de que no tocaría ese punto.

Así estaban las cosas: el joven sentado en el diván blanco, con la terapeuta frente a él.

Rose tenía las manos entrelazadas, sostenidas por las muñecas sobre sus muslos.

Miraba las losetas cafés del piso, y suspiraba de vez en cuando.

—William, la semana pasada no respondiste mi pregunta —la psicóloga pausó un segundo, echando su torso al frente—. ¿Qué es lo que te hace sentir vulnerable frente a los demás?

El joven se lamió los labios.
—La desnudes, supongo —se encogió de hombros—. Cuando trabajaba, me sentía muy expuesto al quitarme la ropa, y al ponerme en ciertas posiciones que debían ser muy íntimas en realidad.

Tuvo un pequeño espasmo por un escalofrío, de tan solo recordar cuando lo hacían arrodillarse, con el fin de someterlo mediante la humillación de verle partes del cuerpo, que no le gustaba mostrar.

Su problema principal, era el fetiche con que le viesen el recto.

No quería decirlo, porque era vergonzoso ser tan explícito, en especial por las partes de su cuerpo que toda su clientela le había visto, pero que él no se conocía.

—¿A qué te refieres con "muy íntimas"? —remarcó.

—Pues... —las manos le comenzaron a sudar—. De no ser por el trabajo, nadie más que mi esposo me habría visto así.

La terapeuta asintió.
—¿Así cómo?

William apartó la vista.
Entendía que parte de la terapia, era ser claro con sus expresiones, pero no quería darse la libertad de ser tan vulgar.

—Expuesto —apretó sus manos—. Es extraño, porque me gusta que vean mi cuerpo mientras estoy en el escenario; es una expresión fascinante —sonrió apenas—. Hay tanto que decir a través de los movimientos, que la ropa me estorba al bailar; necesito que mi cuerpo se vea, para que el público entienda el sentimiento de la canción —pausó—. Pero, al estar a solas, creo que desnudarme es una muestra de debilidad; es como demostrar que mi cuerpo les pertenece. Y no es por el simple hecho de estar desnudo, sino que ellos pueden ver cada parte de mí, mientras siguen vestidos. Me hace sentir avergonzado de mi cuerpo, supongo.

Neon CaressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora