22: Segundas oportunidades.

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—Estoy cansado, ya no quiero practicar más —dijo Axl, sujetando del tubo con las piernas entrelazadas, en una posición que le estaba estropeando los muslos

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—Estoy cansado, ya no quiero practicar más —dijo Axl, sujetando del tubo con las piernas entrelazadas, en una posición que le estaba estropeando los muslos.

—Aguarda un momento, aún no termina el tiempo —respondió Niven observándolo.
—Últimamente no quieres hacer nada; además, haz perdido peso.

El joven rodó los ojos.
—Si bueno, me pregunto porqué será.

Sentía como todos sus músculos se estiraban; de entre todos los deportes, ese era uno de los más dolorosos.

—No te victimices, te pago por estar aquí; y ya tuviste tus días de incapacidad. Lo demás que haya pasado es problema tuyo.

Axl bufó; de momento ya no le agradaba trabajar con Niven, no quería estar cerca ni de su sombra.

—Por favor, no es necesario pasar aquí tanto tiempo. Ningún cliente va a pagar por verme como estatua durante quince minutos —replicó.

Alan talló su rostro con una mano.
—Mejor cállate y endereza la espalda, estás perdiendo el toque.

Rose soltó un quejido. La fuerza de su cuerpo ejercida por el tubo, le estiraba los tendones, y era una sensación muy perceptible.

—Si no me dejas bajar ahora, te juro que voy a renunciar.

—Bueno ya, bájate entonces —ordenó Alan—. Qué sensible haz estado.

El joven enderezó el cuerpo y se deslizó por el tubo.
Durante los últimos días, ya tenía muy presente abandonar el cabaret, porque no se sentía cómodo con lo que en algún punto, lo representó.

—Gracias —dijo una vez que tocó al suelo, aguantando las ganas de maldecirlo.

Claro que estaba sensible, que la gente no tratara de entenderlo no le resultaba novedad, pero esperaba al menos que controlaran sus palabras tan imprudentes.

Axl miró a su jefe con resentimiento, bajando la cejas ligeramente y frunciendo la nariz, pasándolo de largo sin decir más.

Salió del cabaret; aún era temprano para vestirse con extravagancia, tal y como hacía en sus shows.

Como el bar estaba a la orilla de la playa, William quiso dar un paseo para despejarse.

Pocas veces se animaba a pasar los pies por el mar, porque estar mucho tiempo bajo el sol era un suplicio.
Sin embargo, tenía ganas de refrescarse un poco.

Cuando era niño, siempre deseaba ir al mar; podía pasar el día entero ahí metido, le encantaba. Pero conforme creció y comenzó a vivir en una zona costera, se olvidó de eso; ni siquiera solía aprovechar las playas de California, parecía que solo existían de adorno.

Rose se sentó en la arena, con la piernas flexionadas y sintiendo el oleaje en los pies.
Durante esa temporada había corrientes marinas del Norte, por lo que el agua estaba helada.

Neon CaressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora