5: California Roll.

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La represión lo asfixiaba, al grado de rogarle al Dios que tanto le habían inculcado, que le diera un tipo de atracción "común" hacia las mujeres, pero las cosas no funcionaban así

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La represión lo asfixiaba, al grado de rogarle al Dios que tanto le habían inculcado, que le diera un tipo de atracción "común" hacia las mujeres, pero las cosas no funcionaban así.

Stradlin quería algo pasional, ejercer su sexualidad como cualquier persona, sin miedo ni prejuicios.
Muy pocas veces en su vida tuvo acercamientos con algún hombre, puesto que Indiana era una zona con un pensamiento bastante rígido, así que no había tenido la posibilidad de conectar con alguien de su mismo sexo.

Cuando se enteró que tendría que mudarse a la ciudad, vio una gran oportunidad para experimentar al fin; tampoco era un sitio muy progresista, pero en definitiva era mucho mejor que su viejo pueblo.

No tuvo que buscar demasiado para enterarse de algunos bares gay en la ciudad; ese tipo de lugares eran un secreto a voces entre los habitantes; no eran bien vistos, pero existían, eso ya era un gran paso.

De entre todos los establecimientos, uno llamó su atención: el 'California Roll ', un cabaret ubicado a la orilla de la playa.

El día en que por fin se animó a ir, estaba muy nervioso, le recordó a su época de adolescente y al descontrol emocional que sentía. Era normal, nunca había vivido algo así, más que un par de veces en su imaginación.

Cuando puso un pie fuera del establecimiento, pudo observar la estructura industrial del cabaret, con madera oscura, algunos refuerzos metálicos y un gran letrero luminoso que presumía el nombre del lugar.

La entrada estaba resguardada por algunos guardias, que advertían la temática del cabaret antes de tomar los datos identitarios de los sujetos que quisieran entrar.

Por dentro también conservaba esa decoración maderosa, con luces cálidas y tenues que alumbraban el espacio de forma misteriosa.

Al fondo se encontraba una plataforma alta que servía como escenario, con luces en el suelo y en el techo, además de un tubo metálico que como era evidente, no se trataba de una decoración.

El ambiente del lugar era lujuria pura, adornada con ese cálido clima de playa y la música de saxofón que le erizaba la piel.

Izzy tomó asiento en una mesa individual lejos del escenario, aún estaba un poco tímido como para interactuar, necesitaba algo de alcohol si quería agarrar confianza para iniciar su cortejo. Aunque ya había hombres que no le quitaban la vista de encima.

Eran las once de la noche cuando el saxofonista salió del escenario para dar paso al siguiente acto; se trataba de una interpretación de un mambo mexicano de los años 50. Stradlin logró reconocer la canción cuando la banda comenzó a tocar esa melodía llena de tantos sonidos envolventes: trompetas, piano, bongo y marimba, era lo suficiente para sentir ese cautivador sonido.

Entonces, un chico de largos cabellos pelirrojos salió al escenario.

Izzy observó aquella presentación, notaba como el corazón le palpitaba a una velocidad mayor a la del ritmo musical. Había algo en ese joven que le llamaba la atención, no era solo el físico, su actitud era atractiva porque desbordaba sensualidad con cada movimiento que hacía con el cuerpo.

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