42: Púrpura nocturno.

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—Por favor no me descuentes, necesito terminar de pagarle al abogado —suplicó el joven

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—Por favor no me descuentes, necesito terminar de pagarle al abogado —suplicó el joven.

—No trabajaste cinco días, William. Ya me estoy cansando de solapar tu irresponsabilidad —se quitó los lentes de sol y los guardó en su fino estuche metálico.

—Esta es la última vez, te lo juro. Pero por favor, ayúdame —echó el torso hacia adelante y mantuvo ese tono rogón que a veces fastidiaba a su jefe.

—Todo lo que te está pasando no es más de lo que te mereces, por hacer tantas cosas estúpidas. Siempre estás metido en problemas y terminas buscando quién te los resuelva. Estoy exhausto de ir detrás de ti todo el tiempo, como si fueras un niño.

William rodó los ojos.
Detestaba cuando Alan lo sermoneaba, y peor aún, cuando se negaba a ayudarlo, después de todo lo que había sufrido por él.

—Es lo menos que puedes hacer por mí —dijo arrogante.

Niven tensó la mandíbula, mirándolo con cierto desprecio.
—No empieces —amenazó.

El joven suspiró y enderezó la espalda.
—Creo que nunca en mi vida me sentí tan pobre. Estoy en la ruina,  y esta vez no exagero.

—¿Qué hay de ese bonito collar que traías la otra noche?, sacarías muy buen dinero de ahí.

—Ni loco lo vendería —se cruzó de brazos—. ¿Acaco notaste cómo se me ve?, apuesto que a nadie le quedaría mejor que a mí —dijo, ocasionando una breve risa en su jefe—. Además, fue un obsequio.

Alan abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó un sobre blanco, en el que guardaba el sueldo del vedette.
Podía darle el dinero completo, pero no lo haría, ya lo había malacostubrado suficiente, y aún era joven para mostrarle que en la vida no siempre tenías lo que querías.

—Es por eso que no quieres venderlo, ¿cierto? —cuestionó, dejando el dinero sobre la mesa.

—Sí —bajó la mirada—. Es algo... especial.

—¿Te lo dio tu novio? —cruzó una pierna sobre la otra, y comenzó a mover el pie izquierdo lentamente.

Rose negó con la cabeza. —Fue Saul, hace algunos meses.

Alan exhaló de forma audible.
—Tú no aprendes, ¿verdad?

—Sí lo hago, es solo que... —se formó un repentino nudo en su garganta, impidiéndole terminar la oración.

En ocasiones, se sentía muy confundido respecto a Saul; aún estaba enojado, y también le tenía miedo, pero simplemente no quería cortar lazos con él. Apesar de ya tener a Izzy a su lado, Saul era un caso distinto; no solo seguían unidos por la ley, sino por cometer juntos la mayor de sus equivocaciones.

—Tú sabrás, William —volteó el rostro y levantó una mano, resignado—. Trato de entenderte, pero de verdad que no puedo.

—Claro que puedes, tú conoces como es esto, estuviste casado —entrecerró los ojos.

Neon CaressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora