Martes 24 de febrero de 1986
Liv Buckley
Martes en la mañana. Para mi muy pésima y mala suerte, me he despertado tarde. Éste es el momento en el cuál me arrepiento tanto de haber leído Batman: The dark night returns a las 3:00 de la mañana, pero no podía resistirme a tan tentadora oferta que Dustin me prestó el domingo y se supone que mañana regresaré. Me siento en el medio de mi cama, como si Robin no hubiese tocado ya tres veces la puerta apresurándome a salir y regreso a mi almohada de golpe. Cubro mi rostro con ambas manos y al notar que estoy por quedarme dormida de nuevo, Robin entra bruscamente a mi habitación azotando la puerta.
-¡Mierda, Olivia, si no estás lista en diez minutos, me iré con Steve y caminarás hasta la escuela sola!- Descubro mi vista y la enfoco en mi hermana que sostiene su sombrero, que para mi gusto es una ridiculez al igual que su traje de la banda entre sus manos evitando torpemente que resbale de ellas debido a lo rápido que se mueve.
-Buenos días para ti también- le digo con la voz aún adormilada. Pone los ojos en blanco y me da la espalda para continuar su camino hacia la cocina donde estoy segura, mamá nos espera con un desayuno que Robin apenas tocará y yo comeré a medias por el jaloneo que mi hermana me dará por levantarme tarde.
Me levanto como resorte de mi cama y corro a mi closet. Saco un par de jeans rotos, una camiseta de manga larga en color gris y una camiseta de Metallica dos tallas más grande que la mía por lo menos y me visto. Busco un par de calcetas negras que no encuentro debido al desorden que hay dentro de ese cajón y me desespero al punto de tomar los dos primeros que se me atraviesan. Mala idea, ya que entre mis manos sostengo una calceta en color rosa neón con estampado de puntos azules y una amarillo pastel con estampado de Mickey Mouse, ¿por qué demonios debo de ser tan desordenada? No hago nada al respecto más que ponérmelas al igual que mis Converse viejos que niego a cambiar. Me costó demasiado tenerlos en este estado para deshacerme así como así de ellos.
Corro al baño a lavar mi rostro y dientes y regreso a mi habitación a mejorar mi aspecto. Tomo un lápiz delineador de ojos que le robé a mi mamá hace un par de meses y lo aplico por debajo de mis ojos embarrándolo con mis dedos hasta la esquina de mi ojo alargándolo un poco. Pongo suficiente máscara de pestañas, una pizca de rubor en mis mejillas y bálsamo en los labios. Me acomodo el cabello con mis manos alborotándolo un poco y me cargo mi mochila en un hombro. Con la otra mano, alcanzo a agarrar un cinturón de vinil y salgo de mi habitación cerrando la puerta a mis espaldas.
Bajo las escaleras acomodándome la camiseta dentro de los jeans y poniéndome el cinturón entre los orificios de la tela cuidando de no saltarme ninguno. Cuando piso el último escalón, escucho la familiar bocina del auto de Steve. Robin me mira bajar y corre hacia la puerta de la entrada. Voy directo a mi desayuno y tomo del plato una rebanada de pan tostado con queso crema y fresas finamente cortadas por mamá, doy un enorme sorbo de jugo de naranja dejando el vaso hasta la mitad y mamá me tiende un termo color rosa relleno de café. Le agradezco con una sonrisa y sigo el paso de mi hermana.
-¡Suerte!- grita papá a mis espaldas. Antes de cerrar la puerta, les mando un beso con una mano a ambos y corro al auto de Steve. Me subo en los asientos traseros empujando al otro extremo el traje de Robin. Aviento mi mochila y enseguida entro yo. Cierro la puerta y Steve arranca.
-Déjame adivinar, ¿Otra vez tarde?- Steve me mira por el retrovisor. Le saco la legua y me enfoco a mirar por la ventana.
-Liv, por el amor de Dios, deja de levantarte tarde. Me pones los nervios de punta- Dice Robin. Baja el parasol y acomoda en espejo a manera de que su reflejo quede paralelo a ella. Se pasa un lápiz delineador debajo de sus pestañas inferiores y lo esparce bruscamente por sus ojos. Hago una mueca ante sus movimientos y la miro con descaro.
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𝕭𝖔𝖗𝖓 𝖎𝖓 𝕳𝖊𝖑𝖑 || 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏
FanfictionElla solía tener su futuro minuciosamente planeado, cada detalle, cada día de los próximos cinco años perfectamente previsto. Él, por su parte, solía vivir la vida a como el destino le acomodara. No tenía la misma visión del futuro, por lo contrari...