Capítulo VI

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Liv Buckley

Instantáneamente me giro al escuchar la voz proveniente de mi espalda rogando y rezando por que no sea un posible asesino serial. Mi corazón comienza a palpitar con normalidad cuando reconozco aquellos rizos desordenados y camiseta del Hellfire Club característicos de Eddie. Doy un suspiro de alivio y relajo mis músculos que se contrajeron por el miedo que nadie más que yo provocó en mi mente retorcida.

-Sí, estoy... estoy bien.- digo con la voz en un hilo. Mis rodillas siguen temblando a pesar de que intento convencerlas de que es un lugar seguro sin probabilidad de muerte ni sangre a mi al rededor.

-Lamento asustarte.- se disculpa Eddie caminando en dirección a la mesa de picnic. Poco después sigo sus pasos.

-No me asustaste- miento. -Solo me tomaste por sorpresa.- meto mi mano izquierda al bolsillo trasero de mi short e involuntariamente llevo mi pulgar derecho a la boca para morder mi uña y así intentar calmar mis nervios.

-Claro.- No había notado que Eddie traía consigo un cofre de metal oxidado del tamaño similar al estuche de aretes y joyas que mi mamá compró en la tienda de antigüedades de la señora Romannova. Me da una señal cortés a que tome asiento frente a él. Obedezco y cuando mi trasero ha tocado la banca, él también se sienta. -Así que quieres drogas...- comenta recargando su mandíbula en la palma de su mano que es sostenida por su codo apoyado en la mesa. Presiento que este vejestorio será romperá en cualquier segundo.

-Supongo- digo dudosa. No eres el único que se pregunta por qué diablos te estoy pidiendo drogas, Eddie Munson, yo misma me cuestiono frecuentemente sobre mis estupidas decisiones.

-¿Tienes algo en mente?- Eddie me mira arrugando los ojos alerta a lo que mi boca escupa.

-No lo sé, algo para dormir mejor, tal vez.- a decir verdad, estos días han estado de locos. Una buena siesta de catorce horas no me vendría para nada mal.

     -Quizás solo hace falta limpiar tu consciencia. A veces el cargar un remordimiento realmente pesado nos impide dormir.- Su mirada se torna cada vez más profunda. Me mira fijamente perforando con facilidad cada capa de tela ocular de ambos ojos. Cambia su postura recargando su peso sobre sus antebrazos apoyados en la mesa inclinándola un poco hacia su lado. -Tú no necesitas drogas, Olivia Buckley. Reconozco los ojos de una persona hambrienta de nocivos que desactiven sus sentidos- Suelta. Vaya, el chico Munson resultó más psíquico de lo que nunca imaginé -Tu mirada irradia brillo a veinte metros lejos. La oscuridad se vuelve luz si tú la pisas.- Mi mente no me deja formular ni una sílaba. Quisiera poder decir que el color de mi sangre se ha concentrado en mis pómulos, pero sería una total mentira.

     Es como si mi cerebro se haya desconectado de las articulaciones que me permiten mover; me encuentro en plena sesión hipnótica de Eddie Munson. Él no hace ningún gesto, solo se queda estático mirándome más fijo que nunca. Sus ojos se mueven ligeramente inspeccionando cada detalle de mi cara que está a un metro y medio de la de él. Un suspiro mío me hace interrumpir la hipnosis.

     -¿Qué tal que solo quiero experimentar?- No le quito los ojos de encima. En otro escenario, estaría corriendo lejos del chico que me acaba de hacer un sutil pero muy preciso cumplido, mi rostro estaría de color rosado, y mis pies me harían caer debido a los nervios que hormiguearían por todas mis extremidades. Pero no, sigo aquí sentada frente a él con ninguna intención de moverme.

     -No tienes ni la más mínima pizca de curiosidad. La marihuana no te causaría el mismo efecto que la adrenalina que te inunda cuando tocas el solo de Hotel California, ¿o me equivoco?- Arquea una ceja teniendo su argumento en con total certeza. Eddie sabe dónde tocar.

𝕭𝖔𝖗𝖓 𝖎𝖓 𝕳𝖊𝖑𝖑 || 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora