Capítulo XVII

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Liv Buckley

Cierro la puerta de mi habitación y me abalanzo a mi cama dejando mi mochila sobre la silla frente a mi escritorio.

     Tomo el teléfono que está sobre el buró al lado de mi cama. Las manos me sudan como nunca, por lo que a menudo debo pasarlas por la tela de mis jeans para que el plástico del teléfono no se resbale. Tecleo el número de Billy y a los pocos segundos me contesta.

     -¿Hola?- dice a regañadientes. Parece que estaba dormido, su ronca voz lo delata y enseguida río.

     -Hola, Billy; soy Liv- digo. Se escucha el levantar de Billy de la cama y enseguida se aclara la voz.

     -Cariño, estuve llamándote todo el día, ¿donde estabas?- su voz se vuelve encantadoramente dulce en cuanto reconoce quien está del otro lado de la línea.

     -Lo siento, estuve con unos amigos y acabo de llegar- me quito los tenis y subo los pies a mi cama.

     -Espero verte pronto; el papeleo demoró más de lo que pensé, pero no tardaré. Ya quiero besarte y abrazarte hasta el amanecer- un pinchazo en el pecho me intenta hacer pedazos. Contengo el nudo en la garganta que se me forma para responderle; sea como sea, no puedo decirle por teléfono.

      -Sobre eso, hay algo que tengo que decirte- le suelto. La respiración me comienza a faltar, significando que estoy caminando a mi propio matadero.

     -¿Qué sucede, Liv?- la preocupación en su sonar me hace sentirme más culpable aún.

     -No es una cuestión que se arregle por teléfono, es solo que, me está matando lentamente- la voz se me comienza a cortar pidiendo a gritos que Billy detenga su hablar y cuelgue mi llamada para no derrumbarme ante él.

     -¿Qué pasa, pequeña?- su dulce y gentil voz me da puñalada tras puñalada a medida que habla; Soy el ser humano más cruel del mundo. Me quedo en silencio e intento disimular mi entrecortada voz.

     -Es sólo que...- me detengo para volver a tomar aire. Desde que tengo uso de razón, he sido la peor ocultando el intento de no llorar; siempre que tengo un sentimiento sobre pasando el límite, los ojos se me inundan transformándome al poco rato en un mar de lagrimas incontenible, y lo odio tanto. -Últimamente me he sentido mal; me he sentido confundida respecto a muchas cosas- le suelto. Hablar con Billy sobre lo que me agobia, siempre había sido sencillo, hasta hoy.

     Cuando estaba aquí, solía recostarme en su regazo mientras veíamos películas románticas que yo amaba y él claramente odiaba, pero las veía porque sabía que me tranquilizaba estar así con él; mientras acariciaba mi cabello y me hacía trenzas mal hechas que al final desbarataba porque le desesperaba que no salieran como él quería, hablábamos de lo que nos preocupaba o no nos dejaba dormir, y él siempre me decía cosas como "Podrías sacar ventaja de eso" y me enumeraba las cientas de probabilidades que tenía a mi alcance, tanto buenas como malas. Billy no suele ser buena persona con los demás, ni siquiera con Max, y ese ha sido mi mayor conflicto de toda la vida, pero conmigo, es un muy buen novio.

     -¿Has dormido bien?- pregunta. No, William Hargrove, no he dormido bien por intentar pensar en cómo te explicaré que he besado más de una vez a Eddie Munson y para colmo, planeo hacerlo millones de veces más hasta que me muera.

     -Sí, he tomado siestas realmente largas- saco de mi mente lo tan relajada que dormí en la cama de Eddie hace unas horas y me restrego la cara con las manos para enfocarme en Billy,

     -Al menos no te encontraré con esas enormes ojeras simulando que eres un panda- Billy intenta hacerme sentir mejor a lo que yo sonrío. Y aquí está mi Billy; mi Billy por el que solía rezar todas las noches antes de dormir y todas las mañanas al levantarme; mi Billy por el que lucharía a daga y espada estando dispuesta a morir en cualquier segundo; mi indispensable Billy.

𝕭𝖔𝖗𝖓 𝖎𝖓 𝕳𝖊𝖑𝖑 || 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora