Capítulo XXXI

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Eddie Munson

Mi tío se fue a trabajar hace un par de horas; sus horarios de verdad son agotadores, sus profundas y oscuras bolsas bajo sus ojos son testigos de la negligencia con la que laboran en esa jodida planta.

Al verme en tan mal estado, intentó sacarme algo más que un brusco característico de mí "déjame solo", claro que no lo consiguió, de lo contrario no estaría aquí sólo bebiendo una botella casi llena de Soberano.

Es muy cliché ponerse ebrio hasta las entrañas cuando se trata de una ruptura amorosa, yo soy la persona más en contra de los clichés, pero éste es la excepción; si la gente lo hace tan seguido, debe ser porque de alguna manera ayuda. Saco una cajetilla de cigarros de la bolsa interna de mi chaqueta y lo enciendo con cuidado de que el alcohol no tenga contacto con el fuego; quiero olvidarme de Liv, no carbonizarme en mi mugriento remolque.

Hace rato que mis lagrimas se volvieron inexistentes de mis ojos; maldije su nombre una y otra vez mientras me retorcía con el peor dolor en el pecho que ni siquiera mi pierna rota por una caída de bicicleta a los nueve años se compara con esto.

     No estoy seguro de querer regresar mañana a la escuela, no quiero toparme a Liv jamás en mi vida, ni mucho menos la quiero ver abrazada de ese niño bonito de ojos azules y cabello bien cuidado que repudio tanto por ser quien públicamente puede tocar como le plazca a mi chica.

     Por más que mi corazón desea con todas sus fuerzas creer la estupida idea de que tuvo una razón para ocultarme todo esto, mi cerebro lo hace reaccionar poniéndome flashbacks de Allie y yo, como si se repitiera la historia, salvo que Liv me agarró en mi peor momento para jugar así; de verdad quiero escucharla, quiero saber por qué me lastimó tanto cuando yo me le serví en bandeja de plata vulnerable a como ella me quisiese tratar, sabiendo perfectamente el terror que me carcomía hacer lo mismo que con Allie, y es aquí cuando mi odio y coraje no desean volverle a ver los ojos nunca más, es aquí cuando ese sentimiento de ella desaparece de mí y me recuerda que, sí al menos se para frente a mi una vez más, no podré mantenerme firme y caeré rendido a ella, dándole el total permiso de que vuelva a hacer lo mismo, y aunque pareciese que mi dignidad ha sido desechada, aún me queda un poco de respeto por mí mismo.

     -Eddie... amigo, soy Steve- un par de golpes en la puerta del remolque me hacen pegar un brinco del susto reconociendo al instante la voz del castaño tan cercano a Liv Buckley. Ignoro su llamado y continúo fumando mi cigarrillo esperando a que en cualquier segundo decida irse. -Eddie, abre, sé que estás ahí- vuelve a llamar. Doy un sorbo a la botella y la regreso a su lugar. -¿Crees que no veo tu silueta por detrás de la puerta?- mierda.

     Resoplo tal cual dragón, me levanto del sillón y camino hacia la puerta para abrirla. Steve me recibe con una sonrisa apenas notoria dándome a entender que está al tanto de todo lo que sucede; y claro que lo sabía, él y las Buckley deben compartir la misma mente retorcida.

     -No es un buen momento, Harrington- exclamo con el cigarrillo entre los dientes y cuando estoy por cerrarle la puerta en las narices, él me detiene con una mano.

     -Espera...- lo miro. -Sé que quizás no me quieras ver a mí tampoco porque crees que de alguna manera yo estaba al tanto de todo, pero no es así, y Liv me pidió que viniera...- explica.

     -¿Ella te lo pidió? No sé, amigo, de verdad dudo que lo que yo sienta en serio le importe.- me recargo en el marco de la puerta impidiéndole el paso dentro de mi hogar.

     -Pues es cierto...  ¿puedo entrar?- pide. Exhalo con fastidio sacando el humo del cigarrillo que ya ha recorrido mis pulmones y garganta depositándoselo en la cara.

𝕭𝖔𝖗𝖓 𝖎𝖓 𝕳𝖊𝖑𝖑 || 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora