Capítulo L

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Jueves, 17 de Abril de 1986

Liv Buckley

Un delicioso aroma a café me despierta en cuestión de segundos; abro la vista y enseguida me doy cuenta de que mi habitación no es el lugar donde amanezco, entonces intensos momentos de lo que pasó anoche me vienen a la memoria atacándome uno tras otro sin piedad a censurar alguna obcenidad que me hacen morderme los labios.

     Al mirar mi costado, está vacío, lo que me hace suponer que mi acompañante de la noche debe ser el responsable de aquel aroma que me abre el apetito apenas me incorporo.

     La mitad de mi cuerpo está cubierto por una camiseta de Eddie; me acerco un poco de la tela para embriagarme con su tan característico aroma que me acompañó toda la noche. Sonrío al saborearlo una vez más.

     Miro el reloj sobre el buró al lado de la cama de Eddie: 09:28 am.

     Me levanto y estiro mis brazos despabilándome de un buen merecido sueño que hace mucho no disfrutaba así. Camino hacia la puerta de su habitación que se encuentra entre abierta y al asomar la cabeza al pasillo, unos rizos despeinados y un tatuaje de murciélagos me da la bienvenida a un nuevo día.

     Me encamino de puntillas y al darme cuenta de que su torso está desnudo y de la cintura para abajo viste unos pantalones de cuadros negro con gris, obliga a mis pies entorpecer llamando su atención al instante.

     -Buenos días.- me sonríe mostrándome sus dientes mientras sostiene una pala de cocina con la que revuelve huevos en un sartén.

     -Buenos días.- respondo alzando la vista a lo que cocina.

     -¿Tienes hambre?- deja la pala a un lado del sartén y camina hacia mí para envolver mis mejillas con sus cálidas manos para finalizar con un lento beso en mis labios; solamente de ti.

     -Un poco.- ignoro mi último pensamiento; es demasiado temprano, mierda, Olivia.

     -Hice el desayuno; siéntate.- se separa de mí y antes de dejarme ir, me da un beso en el dorso de mi mano.

     -No tenías que hacerlo, Eddie.- me acerco a la alacena donde sé que guarda la vajilla y saco lo que necesitaremos para comer.

     -Es lo menos que podía hacer después de anoche...- termina de hablar dándome una nalgada que me estremece las entrañas mientras estoy agachada buscando los platos. Me ruborizo y no puedo evitar regresar a mirarlo reprobando su acción a lo que él solamente me sonríe con la boca llena de picardía y que sí no fuera porque le tengo respeto a la casa de los Munson, ese diminuto comedor no sería solamente para degustar alimentos. 

     -Podría repetirse también hoy...- susurro dentro con la cabeza casi dentro de la alacena.

     -Liv Buckley...- me toma del brazo y me levanta para aprisionar mi cintura con ambas manos quedando con ambos rostros a escasos centímetros de separación. -¿No te bastó tener toda la noche de Eddie Munson?- Niego con la cabeza mordiendo mi labio inferior conteniendo la risa que sus exageradas muecas me provocan.

     -¿Te han dicho que eres un egocéntrico?

     -¿Qué dices? Todos los días me lo digo yo.- me guiña un ojo y me besa rápidamente.

     Me vuelve a dar la espalda, y cuando lo hace, mis ojos se pierden en cada arruga de su apenas marcada musculatura; sus rizos combinan satisfactoriamente con los tatuajes de debajo de su codo y su blanca piel es tan suave que justo ahora me contengo con todas mis fuerzas de no avalanzarme y fundirme toda la vida en esa bellísima espalda que quiero enmarcar en mis recuerdos.

𝕭𝖔𝖗𝖓 𝖎𝖓 𝕳𝖊𝖑𝖑 || 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora