Capítulo LXVI

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Liv Buckley

Antes de subirme a la van, intento limpiar mis manos que siguen llenas de sangre en los muslos de mis pantalones. Hace un momento ordené a Gareth, Michael y Josh ir en su auto, al igual que Steve, mi hermana y los chicos.

Creo que fue un error aceptar quedarme sola. Justo ahora, dentro de la camioneta, mis manos están temblando más que nunca. Algo tan sencillo como insertar la llave al puerto de entrada me es imposible.

-¡Mierda!- grito en cuanto no lo consigo.

-Déjame llevarte.- Billy llega corriendo hasta el exterior de la camioneta.

-Lo puedo hacer yo, Billy, ya hiciste suficiente.- respondo a secas sin siquiera mirarlo; cuando por fin logro arrancar el motor, me pongo el cinturón de seguridad y emprendo camino detrás de la ambulancia que ha encendido su sirena.

Sin prestarle más atención a Billy, lo dejo atrás a medida que conduzco. Mis piernas son torpes al cambiar de pedales, mis manos necesitan fuerza para poder tener control sobre la palanca de velocidades y por mi mente, solo pasan escenarios fatales sobre el chico dentro de la ambulancia.

     No he dejado de llorar desde que me subí a la camioneta; mientras auxiliaba a Félix, en ningún momento me permití vulnerabilizarme frente a Eddie o Jenna que estaban en una especie de transe, ya que, sí ellos no tenían sus cinco sentidos bien alertas, era mi trabajo ser quien pensara con claridad.

     Intento esfumar los pensamientos negativos de mi cabeza y me concentro en cosas estupidas e insignificantes como la sangre en mi camiseta, está arruinada; el volante quedará pegajoso al bajarme de la van, probablemente el clutch de la camioneta quede dañado por mi torpeza, y quizás mi papá me castigue por el resto de mi vida.

     Al mirar al espejo retrovisor, me percato de que el auto de Steve viene detrás de mí, lo que me tranquiliza, ya que tengo quien cuide mi trasero si sucede algo.

     ¿Qué demonios pasaba con Billy? ¿Acaso él estaba al tanto de lo que Jason haría? Claro que sí, él sabía perfectamente a qué iríamos. Nos llevó directo a la cueva del lobo, y nos dejó ahí, sin el remordimiento de salir heridos e inclusive muertos.

     Ya no estoy segura de la sinceridad que creí haber visto en su rostro; ha alcanzado niveles muy superiores de engaño que no me imaginé fuera capaz. Billy debe estar preso; quizás él no cometió el atentado, pero sí es cómplice, y, algo dentro de mí, está segura de que él tuvo mucho qué ver con la retorcida idea de herir a Eddie.

     En un abrir y cerrar de ojos, la ambulancia ha llegado al hospital; entramos por la rampa de urgencias y estaciono como puedo frente al hospital. Cierro la camioneta y me bajo tan rápido como mis piernas responden para alcanzar a Eddie y la camilla que lleva a Félix.

-¿Cómo está?- pregunto a Eddie cuando los paramédicos se encuentran acomodando la camilla. En cuestión de segundos, se adentran al rincón de urgencias.

-No sé, nos pidieron no dejarlo dormir, pero parece que ha perdido el conocimiento en cuanto llegamos y nos pidieron bajar.- los ojos rojos de Eddie aún llorosos, y el que Jenna se acaba de abalanzar entre mis brazos, guardando sus sollozos en mi pecho, me rompe el alma. Estoy a un segundo de desbordarme con ellos, sin embargo, mi fuerza de voluntad me detiene, me convierte las piernas en barras de metal y me prohíbe soltar una lagrima más. Mi deber ahora es ser el hombro de Jenna y Eddie; si yo me rompo frente a ellos, perderán toda mínima esperanza para la salud de nuestro amigo.

     Seguimos a la camilla; Jenna y Eddie se plantan de lado a lado con su amigo pidiéndole que recupere la conciencia, Jenna sostiene su mano que se encuentra completamente desganada y Eddie no le quita la vista de encima.

𝕭𝖔𝖗𝖓 𝖎𝖓 𝕳𝖊𝖑𝖑 || 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora