Liv Buckley
No volví a cruzar palabra con Steve luego de aquel incómodo momento en el salón de ciencias. No le dije absolutamente nada a Eddie sobre ello ni tampoco a nadie más. No quiero armar un alboroto en un vaso de agua, quizás con el tiempo se le pasará y solamente será un turbio recuerdo.
El almuerzo estuvo lleno de preguntas, todas refiriéndose a lo que hay entre Eddie y yo, claramente él no omitió ni un solo detalle para regalarles a todos en la mesa una impactante película de Hollywood, y mientras que Eddie relataba su fantástica historia, mi vista solamente enfocaba a Steve, que notablemente estaba más que fastidiado por la voz del pelinegro, sin embargo, todos estaban con la atención de sus palabras para darse cuenta de la mala cara que tenía.
Por fortuna, no me crucé con Billy en ningún momento, sin embargo, sé que en algún punto va a pasar, y no voy a negarlo, me tiene con los nervios de punta; el miedo de cómo vaya a atacarme o a mis amigos, me persigue a cada rincón de Hawkins alertando mi paranoia al mil por ciento.
Pese a que lo que pasa entre Eddie y yo es como un cuento de hadas, tenemos qué poner los pies en la tierra, aún le faltan muchos exámenes que aprobar y yo debo reponer la ausencia del mes pasado en el periódico escolar, el club de ciencias y el de audiovisuales e intentar hacer más trabajo extra escolar para impresionar aún más a Berkeley. Quedarse conforme no cuenta.
-¿Ya puedo sacar un 10?- pregunta Eddie mientras analizo respuestas clave para el cuestionario que debe entregar el lunes.
-Nop...
-Liv, ¿Por qué no?- hace un puchero que me obliga a mirarlo.
-Eddie, ya te lo he dicho. En cuanto noten tus extrañamente repentinas buenas notas, comenzarán a investigar hasta dar con nuestro soplón de confianza y él no va a tener consideración de nuestro pellejo, y entonces tú y yo vamos a estar bien jodidos.- Si es que se llega a descubrir que uno de los administradores de los documentos escolares se deja sobornar por nosotros para conseguir una copia de los exámenes de Eddie, estoy segura de que nos van a mandar a la horca como un par de brujas sin oportunidad de decir nada.
-Bueno, pero entonces podríamos hacer otra cosa...- Eddie se levanta de su asiento frente a mí, se arrodilla a un costado y toma mi mano para depositar numerosos besitos en el dorso tratando de quitar mi atención a lo que escribo; sus besos se pasan a mi rostro, sus juguetonas manos tientan mi cintura y cuando menos quiero mirarlo, él ya está parado frente a mí comiéndome la boca.
Intento zafarme de él un par de veces, pero su adictivo sabor me obliga a quedarme así; mis manos se pasan detrás de su cuello con su cabello quedando entre mis dedos para juguetear con él. Una de sus manos sube a mi mejilla y acaricia con el pulgar tan suavemente que me hace estremecer.
Cuando el beso poco a poco se intensifica, el repentino sonido de la puerta del remolque de Eddie abrirse nos separa dejándonos con el cuerpo acalorado y las mejillas coloradas.
-¿Qué hacen?- la confusión en el rostro de Wayne parado en medio del marco de la puerta nos pone los nervios de punta.
-Estudiábamos.- respondemos al unísono.
-Pues a menos de que la clase sea de anatomía humana, me parece que su método de estudio es bastante favorecedor.- si aún no estábamos lo suficientemente avergonzados, aquellas palabras terminaron de aplastar nuestra dignidad. -Es una broma, chicos.- Wayne sonríe calmando la tensión en el aire que casi puedo sentir. Ambos nos relajamos al instante de escuchar su risa y retomamos nuestros asientos.
-No sabía que vendrías temprano.- comenta Eddie rascándose la mejilla izquierda intentando calmar lo nervioso que lo puso su tío.
-Nos ordenaron regresar a casa por unas fallas que tuvo la planta; mañana retomaremos el trabajo.- contesta el hombre mientras abre el refrigerador y saca un galón de jugo casi por la mitad. Se acerca un vaso de vidrio recién lavado y lo llena de la bebida anaranjada hasta beberlo casi por completo. -Así que... ¿Están juntos?- pregunta mientras regresa el envase a su lugar.
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𝕭𝖔𝖗𝖓 𝖎𝖓 𝕳𝖊𝖑𝖑 || 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏
FanfictionElla solía tener su futuro minuciosamente planeado, cada detalle, cada día de los próximos cinco años perfectamente previsto. Él, por su parte, solía vivir la vida a como el destino le acomodara. No tenía la misma visión del futuro, por lo contrari...