Capítulo XXII

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Liv Buckley

Al entrar a casa, papá, mamá y Robin están sentados en el gran sofá frente a la televisión. Los tres son grandes fanáticos de Magnum, por lo que repiten esto todas las tardes a la misma hora. Yo por mi parte, no soy gran admiradora, pero a veces me doy el tiempo de disfrutar un rato de mi familia. En unos meses me iré a la universidad, y anhelaré como nunca estar sentada con mis padres y mi hermana deleitándonos con ese increíble auto rojo de Magnum que siempre ha sido mi sueño por comprar.

     -¿Cómo te fue, cielo?- saluda mi madre en cuanto cierro la puerta. Me extiende su mano para que me siente junto a ella y yo la acepto.

     -Me fue muy bien. digo. Me acurruco en su brazo y ella me rodea por los hombros dejándome un beso en la frente; estoy segura de que debo tener su labial marcado, por fortuna, no es un tono del que sea difícil limpiar.

     -¿Otra vez saliste con Eddie?- pregunta Robin. Ni siquiera quiero recibir su mirada, estoy segura de que no necesitará palabras para reprocharme todo lo mal que estoy haciendo; Su penetrantes ojos color mar hacen ese trabajo por sí solos.

     -Sip- digo apenas. Robin no insiste más y nos disponemos a mirar la televisión.

     Luego de un rato, decido poner en marcha las tareas que he dejado a un lado por querer vivir mi vida como una chica normal; no puedo darme el lujo de desperdiciar todo este tiempo valioso hasta que amanezca de nuevo. Si quiero seguir jugando a ser soltera con Eddie, debo seguir con mis tareas, por lo que me despido de mi familia no sin antes darle el sobre lleno de documentos personales de Jenna a mi padre y rogarle por que haga lo posible por conseguirle algo.

     Entro a mi habitación y cierro la puerta con seguro. No necesito interrupciones por las próximas siete horas, y no sé cómo lo lograré si no puedo sacarme de la cabeza aquellos bellísimos hoyuelos que se le forman a un lado de los labios a Eddie cuando sonríe.


Miércoles, 03 de marzo de 1986

Liv Buckley

Hoy me despierto con más energía que nunca. Anoche, antes de dormir le pedí a mi mamá un vestido de tubo en color negro y unos guantes de tela aterciopelada del mismo color; Me los obsequió, dijo que no los usaría más y también le pedí prestados aquellos tacones puntiagudos que estoy segura me sacarán más de una ampolla.

     Al regresar de lavarme los dientes, corro a mi closet y elijo qué me pondré; Mi ánimo me permite darme el lujo de sacar una falda a cuadros negro con rojo, la combino con una camiseta color carmín y mis converse negros. Me visto y me aproximo al tocador frente a mi cama para arreglarme; hago la rutina de todos los días, delineador, máscara de pestañas y rubor. Me cuelgo la mochila en ambos hombros y tomo con cuidado la cámara de mi escritorio; espero intentar capturar alguna toma buena en la escuela.

      Bajo directo a la cocina donde sorprendentemente, Robin está esperándome sentada frente al comedor con una rebanada de pan blanco y mermelada de zarzamora en un plato; tiene hasta la mitad un vaso de jugo de naranja mientras devora un trozo de manzana roja. Me siento a su lado y me sonríe a medias.

     Mamá me tiende lo mismo que a mi hermana y comienzo a comerlo antes de que Steve venga por nosotras. Por fortuna, el tiempo me alcanza perfectamente para poder dejar limpio mi plato, y cuando se escucha la bocina del auto de nuestro amigo, ambas salimos con la mayor de la tranquilidad y la barriga llena.

     Durante el camino, no pueden evitar preguntarme estupideces insinuando algo más que una amistad entre Eddie y yo, claro que las niego todas; de tan solo imaginar las caras que pondrán al enterarse de todas las veces que nos hemos besado y que hasta conozco a su tío, estoy segura de que se infartarían justo aquí importándoles una mierda que el auto pierda el control y choquemos provocándonos una muerte instantánea.

𝕭𝖔𝖗𝖓 𝖎𝖓 𝕳𝖊𝖑𝖑 || 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora