Capítulo LVII

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Liv Buckley

Al abrir los ojos, la luz del día ha desaparecido, siendo así, sustituida por una apenas notoria proveniente de la luna que nos acuna esta noche.

     Me encuentro recostada en el pecho de Eddie, él todavía sigue dormido, muy profundamente para ser precisos. Intento despertarlo moviendo "accidentalmente" mi brazo en sus costillas, pero no lo hace. Parece que está muerto. Me acerco a su nariz a verificar que aún respira y confirmo que así es; nunca me dijo que tenía el sueño muy pesado, aunque, es lógico, luego de lo de hace rato, ¿Qué mortal no estaría cansado?

     Busco con la mirada un reloj en alguna parte de la habitación, hasta que llego al buró a un costado de Eddie, donde se encuentra un viejo y apenas funcional reloj despertador; con la tenue luz, se alcanza a ver casi nulamente la hora que marca. Mi vista alcanza a reconocer: casi las 8:00.

     -¿Eddie?- agito uno de sus brazos tratando de despertarlo, pero no obtengo respuesta de él. -¿Eddie?- subo el tono de mi voz pero sigue siendo inútil. -¡Eddie!- termino por casi gritar. Él abre los ojos de golpe y se incorpora mirando frenéticamente a todos lados. -Hey, hey, tranquilo.- lo sostengo de los hombros y lo regreso a la cama.

     -¿Qué pasó?- pregunta recuperando de a poco la consciencia.

     -Nada, descuida, perdón por despertarte.- Eddie me acerca a sus labios hasta fundirnos en un lento y satisfactorio beso.

     -¿Tienes hambre?- pregunta con la voz todavía ronca. Se restriega los ojos con ambas manos y suelta un gran bostezo.

-Sí, un poco.- Eddie me da un beso en la punta de la nariz y se levanta para vestirse.

     De uno de los cajones del closset saca una camiseta con el estampado de Led Zeppelin y unos pantalones de franela color negro. Le pido que me extienda la mochila que traje conmigo, en donde tengo una muda de ropa adecuada para éste momento.

     -¿Esta vez no tengo que prestarte calzoncillos?- me guiña un ojo haciendo referencia a la última vez que estuve aquí. Río a lo bajo recordando que, en ese entonces, por mi cabeza jamás habría cruzado la idea de que en un futuro no muy lejano, estaría con Eddie en todos los sentidos habidos y por haber.

     Cuidando de que sus ojos no se crucen con mi desnudo cuerpo, me visto lo más rápido que mi brazos y piernas me permiten; en varias ocasiones, Eddie intenta mirar, sin embargo, soy más hábil que él y me cubro con la sábana, a lo que él bufa burlándose de mi pudor, pues no hay nada más allá de piel que el haya visto.

     Cuando ambos estamos completamente cubiertos, salimos a la sala, donde nos esperan aquellos bocadillos a los que les eché el ojo desde que llegamos y quedaron intactos esperando por ser comidos.

     -Traje algunas películas que te gustan, puedes elegir mientras yo sirvo la cena.- corro de puntitas hasta la pequeña caja donde Eddie guardó lo que exactamente me gusta.

     -Sixteen Candles.- sostengo la película entre mis manos negándome por completo a soltarla y cambiar de opinión.

     -Lo supuse.- me arruga la nariz y regresa hasta mí, dejando los bocadillos en la mesita de centro. Me pide recostarme en el sofá mientras que él acomoda todo para reproducir la película.

     No pasa mucho tiempo, pues en un par de minutos, imita mi acción cubriendo sus piernas con una frazada color azul rey junto con las mías.

     Me inclino hasta la mesita donde ya me espera un buffet de diminutos panecillos rellenos de mermelada, cupcakes de vainilla y chocolate recién horneados y unos cuantos sándwiches de jamón que realmente abren mi apetito.

𝕭𝖔𝖗𝖓 𝖎𝖓 𝕳𝖊𝖑𝖑 || 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora