Capítulo LX

340 30 2
                                    

Lunes, 21 de Abril de 1986

Liv Buckley

Los nervios no me dejaron dormir; anoche, luego de aquella pelea que me llenó el alma de miedo, no pude evitar pensar en lo que seguiría ahora, lo que pasará en los próximos días y lo que debe estarse produciendo en la retorcida mente de Billy.

No quería seguir insistiendo con el tema a Eddie o Félix, y pese a que ellos juraron que Billy jamás volvería ni siquiera a mirarnos, sé, y estoy segura de que no es así.

Como dije, nadie del grupo conoce tanto a Billy como yo; pasé un considerable tiempo con él, y en ese transcurso, me di cuenta de que él es la persona más necia y rencorosa que he conocido; lo que los chicos hicieron anoche, solamente fue como leña seca lista para ser comida por el fuego, por lo que él no va a quedarse simplemente a aceptar que hemos terminado.

Billy va a lastimarnos, lo de anoche solamente fue la punta del iceberg, detrás de ello, está algo mucho más oscuro, algo que no tiene poder humano posible para solucionarlo, y a mí solamente me queda mantenerme alerta a cualquier movimiento, por más mínimo que sea que Billy emita.

Quizás, por lo reciente de los hechos, estoy mucho más paranoica que nunca, sin embargo, no pienso bajar la guardia, esa es la especialidad de Billy, atacar cuando nadie lo espera.

-¿Ya acabaste?- No me había percatado de que he tardado más de lo que suelo en el baño; Robin entra detrás de mí y enseguida enjuago mi boca para salir y dejarle el lugar a mi hermana.

Al regresar a mi habitación, saco la ropa que me pondré hoy: unos jeans rotos de mezclilla, una camiseta de Motörhead y unos Reebok blancos.

No puedo quitarme de la cabeza el rostro de Eddie y los posibles golpes que debe tener aún marcados; estoy segura de que Wayne lo interrogó hasta sobre cuántas veces se lavó los dientes. Anoche intenté curarle lo mejor posible los golpes, sin embargo, un gran colorado moretón en la punta de su pómulo derecho era notorio a diez kilómetros a la redonda, así que al menos, ese atraerá bastantes miradas entre los pasillos de la escuela. Me aterra la reacción que mi papá tendrá al verlo cuando me recoja para ir a la escuela.

-¿Estás bien?- susurra Robin a mi lado; ambas hemos bajado a desayunar, mamá nos pidió hacerlo ya que había comprado una nueva tostadora que quería probar en el desayuno de hoy, así que no objetamos para nada.

-Anoche pasaron cosas, Rob, pero no puedo decírtelas aquí.- señalo con la mirada a mis padres. Ella solo asiente con la cabeza tirándome una mirada amenazante a que termine de relatar mi historia más tarde.

     Pocos minutos después, el timbre de la casa suena, lo que significa que Eddie ha llegado; sí fuera Steve, no se hubiera molestado en bajarse del auto y solo tocaría dos veces exactamente la bocina de su auto.

     Estoy aterrada, su rostro debe estar hinchado, repleto de moretones y rasguños; ¿Qué va a decir papá cuando lo vea?

     Me levanto para abrir la puerta, camino despacio e implorando a todo ser que escuche mis rezos que Eddie no luzca tan mal como me lo imagino.

     Al abrir la puerta, solamente tiene un par de lentes oscuros que se quita en cuanto me ve; no hay rastro de la pelea, es como si su piel se hubiera regenerado bastante bien.

     -Buenos días.- sonríe dándose cuenta de lo impresionada que me tiene su bien conservando aspecto facial.

     -¿Cómo...

     -Jenna me ayudó; le pedí que ocultara los moretones con maquillaje; sabía que tu padre no aprobaría en lo absoluto que el novio de su hija llegara con la cara completamente golpeada. Igual han desaparecido un poco, el único que es de preocuparse es el de la mejilla, y lo que no pude ocultar fue una cortada en el labio, de ahí en fuera, espero que tu padre no lo note.- se adelanta a responder antes de que sí quiera pueda terminar mi pregunta.

𝕭𝖔𝖗𝖓 𝖎𝖓 𝕳𝖊𝖑𝖑 || 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora