Liv Buckley
El día de hoy tengo mil tareas que entregar. La Señorita Collins fue muy clara con respecto a recibir la tarea de ayer. Me rompí la cabeza intentando descifrar su ejercicio, esa mujer no tuvo piedad con eso, tal parece que le gusta ser sadica con sus alumnos. Me apresuro a guardar los libros que no necesito en mi casillero y dejar solo los necesarios. Detesto llevar peso excedente en mi mochila.
-Hola.- me asusta una voz detrás de la puerta abierta de mi casillero. La cierro enseguida encontrándome con esos ojos marrones que me han robado más de un suspiro en estos días. Esta vez no trae consigo su chaqueta de cuero negra, por lo que las mangas de su camiseta del Hellfire Club se adecuan perfectamente a sus marcados brazos. Me está sonriendo.
-Hola.- le sonrió de vuelta forzando a que mis piernas se queden estáticas en su lugar y no me traicionen dejándome caer y quedar en ridículo frente a Eddie Munson.
-Cuando chocamos ayer, tiraste tu púa...- saca del bolsillo de su pantalón aquel pedacito de plástico que mi papá me compró hace varios años cuando aprendí a tocar la guitarra. No me había dado cuenta de que me hacía falta. Ni siquiera he tenido tiempo de preocuparme por mi guitarra. Sostiene la púa entre su pulgar y su dedo índice extendiéndomela. -Supuse que era tuya porque tiene tu inicial, y estaba justo donde se cayeron tus cosas.- abro la palma de mi mano y él la deja caer en ella. La miro por un segundo y la guardo dentro de un estuche de anillos dentro de mi casillero.
-Te lo agradezco. Es especial; mi papá me la regaló. Fue mi primer púa.- cierro mi casillero con cuidado y meto la llave del candado dentro de un bolsillo de mi mochila.
-Entonces debes usarla mucho. Me sorprende como es que sigue viva.- se cruza de brazos y me vuelve a sonreír. Mierda, Eddie Munson, no hagas eso. No tengo control sobre mis pensamientos hacia ti.
-Pienso jubilarla pronto antes de que se parta en dos.- enfoco mi vista en su frente. No soy capaz de mirarle a los ojos, su penetrante mirada me pone los nervios de punta. El contacto visual siempre ha sido mi mayor problemática, y ahora no es precisamente el momento ideal para convertirme en un tomate andante en presencia de Eddie.
-Podrías usarla como yo uso la mía.- dirige su mano a su cuello. La introduce dentro de la camiseta y al dejarla salir, la acompaña una cadena en color negro sosteniendo una púa de guitarra del mismo color con detalles en color guinda. -Nunca se pierde, y siempre está conmigo cuando la necesito.-
-Por sí se te atraviesa un concierto improvisado en cualquier momento.- bromeo. Eddie ríe ligeramente a mi sarcasmo y suelta la púa. Se acomoda la mochila en uno de sus hombros y arremanga su camiseta. Todo esto sin despegarme la vista de encima. Estoy completamente hipnotizada por las arrugas que se forman en los alrededores de su boca cuando sonríe.
-Así es; uno nunca sabe cuando es momento correcto para tocar No one like you.- ¿Acaso esto es una maldita indirecta? Santa mierda.
-No tenía idea de que eres fan de The Scorpions.- disimulo mis nervios pasando un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja.
-Soy más de Heavy Metal, pero, sinceramente, ¿qué clase de persona no es fan de The Scorpions?- asiento ligeramente con la cabeza concordando con su lógica. La campana de la escuela suena haciéndonos estremecer; Odio tanto ese maldito aparato que sabe interrumpir los momentos en los que deseo que nunca suene. Esa porquería es intuitiva. Me sonríe de regreso y se da la vuelta para irse.
-Eddie...- lo detengo. Se frena en seco y regresa su vista a mí. No tengo idea de qué diablos decirle. Detenerlo sólo fue un impulso de mi inconsciente, ¿Ahora qué digo? -Escuché de tu mercancía- es lo primero que se me viene a la cabeza. Nunca en mi vida he consumido drogas, y la verdad, no tengo planeado hacerlo, sin embargo, ya es demasiado tarde. Eddie me mira confundido con la frente arrugada atento a lo que estoy por decirle.
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𝕭𝖔𝖗𝖓 𝖎𝖓 𝕳𝖊𝖑𝖑 || 𝑬𝒅𝒅𝒊𝒆 𝑴𝒖𝒏𝒔𝒐𝒏
FanfictionElla solía tener su futuro minuciosamente planeado, cada detalle, cada día de los próximos cinco años perfectamente previsto. Él, por su parte, solía vivir la vida a como el destino le acomodara. No tenía la misma visión del futuro, por lo contrari...