Capítulo 65: "Mi Atlantis"

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Atlantis; ‘El imperio perdido’: Ciudad mitológica, legendaria y que fue sumergida por las aguas, perdiéndose en los mares para siempre.

“...Que la vida son cicatrices, unas duelen y otras pesan; y cuando estás a punto de impactar duelen un poco más... Que la vida son cicatrices, que si te duermes, no te dejan; debes estar atento, preparado para gritar... Luchando contra la tormenta, desangraré. Soy consciente que después de tropezar voy a caer; lloraremos de rabia y dolor, lucharemos por amor.”  - Mis cicatrices by Nil Moliner ft. Álvaro de Luna.

Había frío, dentro y fuera.

Tendida allí sobre el costado de esa cama, incapaz de acostarse de la manera tradicional, como cada noche en la que no tenía que trabajar; allí sin querer estar allí, sin querer dormir allí. Viendo la Luna a través de la ventana de esa habitación de hotel a la que no se había acostumbrado ni después de dos semanas.

I can feel you lying there, all on your own (Puedo sentirte acostada ahí, completamente sola)

¿Estaba a salvo? Suponía que no lo estaba.

¿Estaba feliz? No, no lo había estado desde la última vez que su mente había armonizado con su cuerpo, desde Roma, desde que él había estado con ella y dentro de ella, amándola.

¿Estaba sola? La imagen en el cristal lo decía todo, su reflejo borroso, lleno de rabia y resentimiento. No había paz allí, no había ilusión, no había nada.

Quería huir, pero, no se atrevía. Sus palabras habían sonado a promesa, una real. Lo hacía para que se quedara con él, pero, ¿y si era mejor que no la recordara?

¿Y ella cuánto debía recordar? Estaba allí, con un vacío dentro, como si ya nada tuviese sentido. Sí, podría escapar de la muerte, pero, ¿a qué costo? ¿Por qué debía ceder? ¿Por qué debía renunciar a quien le hacía feliz? Debía protegerlo, y sabía que alejándose era el único modo de hacerlo, pero, su vida ya no tenía sentido sin él, ya ni siquiera temía ese final casi inevitable.

Cerró los ojos, respiró hondo y recordó ese último caso y esa última llamada con Tsia. Jeremy estaba muerto, y eso dejaba más que claro que todo era real, que Ian Doyle iba a por ellos, a por ella. Estaba asustada, escondida, sola y tenía frío. Sus lágrimas le recordaban que la tormenta se aproximaba, que ya nada volvería a ser como antes y que ahora debía ser la protectora de quien una vez la protegió.

No quería estar allí, sabía perfectamente donde quería estar, pero, una vez más había vuelto esa sensación de que todo era prohibido, todo lo que deseaba tener era prohibido y el karma se encargaba de demostrarlo una y otra vez.

Abrió su móvil incapaz de pinchar el botón de llamadas justo al lado del número al que quería llamar, con la necesidad imperiosa de oír esa voz, de calmarse con su respiración aunque sólo fuese a través de una impersonal bocina de teléfono. Entonces, inevitablemente volvió a abrir ese mensaje que tantos dolores de cabeza le había dado desde la noche anterior, ese ‘Te veo pronto’ de quien menos lo quería escuchar, como si la tormenta se virara en su dirección, atrayéndola a un caos del que estaba segura no podía evitar.

Los maullidos de Sergio la sacaron del trance en el que se había metido ella misma, a su lado, acurrucado y con mirada triste, como si él pudiese sentirla, sus vibras, su corazón roto. La morena le sonrió levemente, acercándose para besar su cabeza, sus manos acariciándolo, sintiendo la calma en su pelaje, como si el fuese una parte del hombre que siempre lograba calmarla.

No podía dormir y no podía mentirse a sí misma, extrañaba el olor y el calor de ellos dos, de sus dos grandes amores, Jack y Aaron, de sus dos hombres, de los que debía proteger.

❝𝐼𝑛𝑒𝑣𝑖𝑡𝑎𝑏𝑙𝑒𝑠❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora