Capítulo 84: "Sin remordimientos"

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«Sí, yo quería ser esa mujer
La madre de tus hijos
Y juntos caminar hacia el altar
Directo hacia la muerte


Y al final

Ni hablar
Los dos nos destruimos

Y al final
¿Qué tal?
Tú y yo ya no existimoss

No, no quiero ser esa mujer
Ella se fue a un abismo
Tú no eres aquel que prometió
Sería mi superhéroe y qué

Todo acabó
No queda más
Seremos dos extraños

Yo te olvidaré
Me olvidarás
Hasta nunca

¿Y dónde quedó ese botón?
Que lleva a la felicidad
Luna de miel
Rosa pastel
Clichés y tonterías

Y al final
Ni hablar
Los dos nos destruimos

Y al final
¿Qué tal?
Tú y yo ya no existimos

No, no quiero ser esa mujer
Ella se fue a un abismo
Y tú no eres aquel que prometió
Sería mi superhéroe y qué

Todo acabó
No queda más
Seremos dos extraños

Yo te olvidaré
Me olvidarás
Hasta nunca»

Emily cerró los ojos frente a su puerta, ni siquiera conseguía meter la llave en la cerradura, como si fuese una misión imposible, su cuerpo dolía, sus ojos ardían, toda ella estaba  destrozada.

Había perdido el control, lo sabía desde que había salido de ese bar, desde que se había metido en otro, y desde que había aceptado la invitación de ese grupo de hombres.

Incluso después de tanta sustancia en su sistema aún seguía estando casi completamente consciente de todo, el olvidar no era tan fácil cuando su cerebro no quería hacerlo de manera obligatoria.

Habían pasado más de seis horas, eran casi las 5 de la madrugada y aún así cuando todos esos efectos habían desaparecido lo único que le habían dejado era un bajón impresionante.

Golpeó la puerta una y otra vez mientras lloraba, no pudo controlar sus lágrimas ni siquiera cuando logró entrar, tirarla contra el marco con fuerzas y una rabia abrumante.

Odiaba la oscuridad de su apartamento, lo vacío y solitario que se sentía, odiaba la vista de D.C que le recordaba que esa ciudad ya no se sentía igual, que empezaba a ser una más del montón, de esas que odiaba.

Se quitó los tacones, soltó el bolso y caminó hasta la despensa, en busca de una botella de vino, esa noche había mezclado demasiadas cosas, una más no le haría daño, total, terminaría igual de destruida la mañana siguiente.

Se sentó en la isla de su cocina, jugueteando con la copa que tenía entre la mano, viendo como ese vino blanco tocaba cada centímetro del cristal, sin romperlo, sin hacerle daño.

❝𝐼𝑛𝑒𝑣𝑖𝑡𝑎𝑏𝑙𝑒𝑠❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora