Capítulo 75: "Ladrona"

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That feeling (Ese sentimiento)
That doesn't go away just did (Que no se va, acaba de irse)

Sus pasos ni siquiera se veían en toda esa oscuridad que adornaba las calles. Sus lágrimas aún salían y se mezclaban con las gotas de esa lluvia que ella ni siquiera podía saber en qué momento había comenzado. Tenía frío, y la soledad se colaba por sus huesos como en cuento de terror.

Ella siempre supo que el amor podría destruirla, pero nunca se imaginó hasta qué punto y con cuánta intensidad lo haría.

La destrucción mutua existía, ambos eran el claro ejemplo de que a veces el amor no lo vencía todo, de que a veces todo vencía a el amor. No basta sólo con querer, el amor no es suficiente, justo él se lo había dicho y sólo entonces había logrado entenderlo.

Caminó durante horas, parecieron meses, años, pareció que no tendría un fin o que no llegaría una meta. Su rumbo estuvo perdido por mucho tiempo y entonces como si no hubiese podido evitarlo terminó delante de la mansión de sus padres. Una clara indicación de lo mucho que había caminado, toda ella empapada, por dentro, por fuera y para siempre.

And I walked (Y caminé)
A thousand miles to prove it (Cien millas para probarlo)

Llamó al timbre, sin fuerzas y sin ganas. Su padre inmediatamente mostrándose asustado cuando la vio, totalmente destrozada, abrazada a su abrigo e incapaz de contener la tristeza.

- Pastelito.- Le dijo tiernamente mientras la llevaba con él hasta la cocina.- ¿Cariño mío, qué te ha pasado?- Intentó responder pero el nudo en su interior se lo impidió haciéndola llorar, el sonido por todo el lugar como si fuese un alma en pena.

- Emi.- Su madre bajó las escaleras, se acercó y la obligó a sentarse en una de las banquetas.- Estás empapada... Vas a enfermarte.

Milton buscó unas toallas y entre ambos la secaron como podían. Ella estaba allí, como si no estuviera, como si no fuera Emily.

- ¿Qué ha pasado?- Le preguntó Elizabeth, intentando una vez más que hablara, que pronunciara alguna palabra.- Te prepararé un té.

- No me gusta el té.- Se quejó haciéndole saber que al menos podía hablar.- Solo quiero estar sola.

- Si quisieras estar sola no estarías aquí.- El hecho la hizo darse cuenta de algo que ni siquiera había pensado.- Vamos, quítate esa ropa mojada o te refriarás.

- Es mejor que me vaya.

- Emily, hace un frío horrible fuera, estoy segura de que pronto comenzará a nevar.

La morena hizo caso omiso, se puso de pie y caminó hacia la puerta.

- Pastelito.- Su padre se acercó a ella, abrazándola, haciendo que comenzara a llorar una vez más contra su pecho.- Hablemos... déjame ayudarte.

Ella se negó, silenciosamente subió las escaleras y se encerró en la habitación como si fuese una niña pequeña.

Se sacó la ropa, con solo ver lo empapado que había quedado el diario sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Estaba rota, completamente rota y ya no había absolutamente nada que pudiese arreglar eso.

Intentó que las hojas se secaran, la tinta no se había corrido mucho y al menos la ecografía y el anillo estaban intactos.

Se acostó sobre su cama, esa que incluso una vez había compartido con él, envolviéndose como un ovillo, sus manos rodenado sus tobillos mientras su cabeza se colaba entre sus rodillas.

Estaba perdida, atada a algo que la destruía constantemente y sólo quería que parara. Sabía que él tenía razón, debía perdonarse, debía parar de culparse, pero no sabía cómo hacerlo, no cuando seguía creyendo que era su culpa, que ella y sólo ella lo había destruido todo. Sus pensamientos era demasiado peligrosos, a esas horas de la noche, en ese momento en que se sentía cada vez peor.

❝𝐼𝑛𝑒𝑣𝑖𝑡𝑎𝑏𝑙𝑒𝑠❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora