Capítulo 70: "Destructores de las cosas mágicas"

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“El error no había sido el enamorarse; sino el no pensar en las consecuencias.” - Buenos días, princesa (Libro)

«Está viva, pero aún así perdió una parte de sí, esa misma que tú también perdiste. No mató a mi hijo, pero el suyo no sobrevivió. Dime, Aaron Hotchner, cómo se sintió ella al perder lo que llevaba en el vientre; cómo te sentiste tú al no llegar a conocer a tu propio hijo.»

Emily cerró los ojos, los recuerdos y reproches de esa noche en París haciéndole un hoyo en su corazón. Esas palabras de Doyle lo removían todo. Sólo a un cristal de pedirle perdón una vez más al hombre del que siempre había estado enamorada.  Lo vio golpeando a Doyle y quiso entrar, pedirle que se detuviera, pero estaba petrificada, con un montón de errores disparando directo a su pecho. Lo vio al salir, pasando por su lado como si ella ni siquiera existiera, como si no estuviera allí, como si fuera un fantasma. Se percató del silencio de todos, de que tenía tantos pares de ojos sobre ella que le era incapaz ocultar las lágrimas que se habían registrado en sus ojos, esas mismas que parecían reflejarse en Penelope.

- Pero...- La analítica no supo que decir, qué hacer, y Emily sintió el aire abandonarla cuando Spencer y Derek le dieron la espalda, abandonándola.- Tú...- Vio una lágrima correr por su mejilla y el gesto desencajado en el rostro de JJ.

Involuntariamente miró hacia atrás una vez más, por donde había caminado Aaron hacía un minuto. Y entonces cuando miró al frente sus ojos se encontraron con Rossi, con el único gesto de asentimiento que le devolvió oxígeno a sus pulmones, la tranquilizó el saber que él se encargaría de tranquilizar al moreno.

Se movió rápidamente, dejando a sus dos amigas allí sin saber aún como salir del estado en el que se habían quedado. Subió hasta la última planta, hasta la azotea y se sentó en una de las esquinas donde no daba el Sol, con unas ganas tremendas de probar aire puro; sacó su paquete de cigarrillos y comenzó a fumar, como había vuelto a hacer en todos esos meses en París.

Los reproches, todo volvió. Ese momento en el que se había vuelto a cruzar con esos ojos azules, ese ‘por supuesto’ ese otra vez fingiste tu muerte, esos detalles que le habían devuelto todos sus miedos e inseguridades, se había prometido a sí misma mantenerse fuerte y lo había logrado, pero esas palabras que contaban la verdad, esas que sólo le había dicho a Aaron, lo habían desmoronado todo una vez más.

La nicotina se filtraba por sus pulmones, irónicamente era la única cosa que la hacía sentir viva, porque si miraba a los lados, al frente o en su interior sólo reconocía dos palabras que se alzaban con fuerzas; sola y vacía.

Tragó saliva y volvió a armarse de valor, encontrándose nuevamente con los que una vez fueron su equipo, con miradas de reproche, de tristeza y sólo una de un cariño profundo e incondicional. No había momento para explicaciones y creyó que así era mejor, que aún en la indiferencia, se sentía segura y como en casa.

Una vez más entró a esa habitación, la sonrisa cínica del hombre que conocía más de la cuenta, sus ojos viajando por su cuerpo, recorriéndola como si no la hubiese asesinado hacía unos meses.

- Trataste de proteger a Declan como si fueras su propia madre.- Sonrió mientras Emily se contenía.- Aaron debe estar completamente satisfecho con como trataste a Jack.

- Protegí a tu hijo, porque debía proteger a un niño que su propio padre había puesto en peligro.- La sonrisa del hombre se borró cask de inmediato.- Al contrario de Jack, que tiene un padre excepcional el cual lo mantiene a salvo cada día sin ayuda de nadie.- Se acercó a la mesa, controlando el temblor en au cuerpo.- La protección de Declan fue un deber... La de Jack fue por amor.- Y Doyle supo que no solamente se refería a ese hecho tan simple, ambos sabían el doble sentido.

❝𝐼𝑛𝑒𝑣𝑖𝑡𝑎𝑏𝑙𝑒𝑠❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora