Capítulo 71: "Vino Blanco"

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Te vi cruzando la avenida
Mucho tiempo sin oír tu voz
Dejaste huella en mi pupila
Tus manos ya no dan calor

Dos semanas, habían pasado dos semanas desde esa noche frente a la piscina de la mansión de Rossi, dos semanas desde esa noche en la que ambos se habían dicho y hecho cosas que serían muy díficiles de borrar.

No se hablaban, aunque estar en un par de casos activos tampoco es que se los hubiese puesto fácil; pero, simplemente habían vuelto a ser jefe y subordinada, a tomar esos puestos con facilidad como si nada hubiese ocurrido entre ellos, todo simplemente se había esfumado.

Había intentado acercarse a él pero en el fondo sabía que no debía hacerlo, que debía contenerse y contener todo dentro de ella que imploraba por él.

Llorar en las noches era lo único que le devolvía un poco de humanidad, a veces, no bastaba sólo con un perdón, ni con el propio ni con el de los demás, las cosas seguían doliendo, quemándola por dentro como una llamarada incapaz de apagarse por sí sola.

Pensaba en todo lo que había tenido entre sus manos, todo lo que alguna vez le había pertenecido y se maldecía a sí misma una y mil veces por haber destruido la magia con la que se había topado.

Ella intentó negarse a la idea de que él le hacía más falta que nunca, que extrañaba despertar entre sus brazos, sintiéndose pequeña y sintiéndolo en su interior, haciéndola estremecer. Se negó a esa idea que le gritaba su mente de que aún, dentro de todas las cenizas del caos, existía un sitio seguro para ellos dos.

No conseguía pegar ojo esa noche así que decidió irse a las oficinas, aún le quedaba un montón de papeleo e informes que rellenar, quizás volver allí la calmaría. Pero, calma fue lo único que no sintió cuando al entrar notó las luces encendidas, en esa habitación en las que tantas veces se había sentido segura.

Hotch estaba allí, sentado en su escritorio con la puerta cerrada y las ventanas abiertas, enfocado en los papeles que tenía en frente.

Pensó en que lo mejor era marcharse pero ni siquiera consiguió mover un pie cuando vio a Jack asomarse en la ventana y gritar su nombre como si su vida dependiera de ella, Emily sonrió y al mismo tiempo se quedó paralizada cuando vio que el padre del niño levantaba su vista para encontrarse con la suya.

El hombre inmediatamente salió de su oficina, cerrando la puerta y dejando a su hijo dentro, una clara señal de que no quería que se acercara a ella y eso rompió aún más el corazón de la morena.

- ¿Qué haces aquí?- Le preguntó bajando las escaleras en su dirección.

- Yo...- Titubeó desviando la mirada al suelo, no habían vuelto a estar solos desde esa noche.

- Es tarde.- El regaño fue reconocible y ella casi de inmediato lo miró con reproche.

- Es tarde para Jack también.- Lo vio ponerse aún más serio pero simplemente no había podido contener sus pensamientos, se volteó dándole la espalda mientras comenzaba a rebuscar las carpetas que había guardado en uno de sus cajones.

- Vete a tu casa.- No lo miró, no dijo nada, y entonces escuchó ese resoplido tan característico de cuando ella y sólo ella lograba sacarlo de sus casillas.

Miró hacia la ventana una vez más, la vista del niño atrayéndola, el pequeño movió su mano saludándola con efusividad, robándole una sonrisa genuina que hacía meses no sentía en su cara.

- ¿Le contaste?- Preguntó sin tener que argumentar mucho.

- Le dije que estabas lejos.- Contestó mirando hacia su hijo también.- Te ha extrañado cada día.- Le confesó sabiendo que eso era algo que rompía los tres corazones allí presente.

❝𝐼𝑛𝑒𝑣𝑖𝑡𝑎𝑏𝑙𝑒𝑠❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora