Capítulo 83: "Maldita hechicera"

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“La amaba tanto como para arriesgarlo todo; como para renunciar a todo. La amaba tanto que todavía ahora notaba los ecos de su amor.” - Corona de Medianoche (Libro)

Para Aaron dormir solo volvía a ser un martirio, extrañaba a Emily, más que a nadie en el mundo entero, la quería de vuelta para estrujarla entre sus brazos pasadas las horas debidas.

Beth seguía dándole su espacio, con una leve advertencia de que no estaría esperándolo toda la vida, Emily por el contrario se comportaba como si se hubiese implantado la meta de no volver a dirigirse a él nunca más.

Odiaba que todo se hubiese vuelto tan difícil, las cosas con el amor de su vida parecían haberse tornado un trágico cuento literario al que no podía suponerle un final feliz, como una tormenta en un vaso de agua o como si un mudo intentase contar la historia a un sordo. Era algo imposible de conseguir, extremadamente estúpido de soñar.

Su oficina seguía siendo su refugio, estar solo allí mientras la observaba por la ventana, era lo único que podía calmar los demonios que se le alborotaban dentro. Jack no paraba de preguntar por Emily, era como una maldición, a cada segundo que conseguía empezar a olvidarla, su hijo volvía con su nombre entre los dientes, castigándolo.

Su mente iba a mil, funcionando sin parar durante esos tres días, intentando elegir entre lo que quería y lo que debía hacer, salud mental era un término que comenzaba a desconocer.

Pero, la imagen fuera de su oficina, ese paisaje para nada agradable había sido el detonante a todos esos pensamientos que no lo habían abandonado desde esa noche.

La vio sonreír, luego ponerse de pie y entonces vio a ese hombre, Clyde, ambos abrazándose en el medio del lugar como si no conocieran las reglas de que por ejemplo, él podría salir y dispararle con un arma allí mismo, ese había sido su primer objetivo. Intentó calmarse, decirse a sí mismo que no había mucho que hacer más que resignarse a observar desde allí, analizando todos esos movimientos exagerados que le decían que ella, su mujer, no estaba tan feliz y cómoda como aparentaba.

Quería escuchar lo que se estaban comentando, de hecho, hubiese sido extremadamente feliz si algún Dios le hubiera otorgado el poder de leer los labios en ese momento.

Por el lenguaje corporal del británico sabía que Emily le había mentido en muchas cosas, pero que iba en serio cuando le había dicho que se había acostado con ese hombre, ver como la tocaba o la miraba intensamente le hacían querer vomitar, salir y golpearlo hasta desfigurar ese rostro tan europeo.

La escuchó reír, eso sí que era capaz de escucharlo, y entonces vio como Clyde la sostenía con una mano, por la cintura, por ese sitio que él tenía marcado como suyo y solo suyo por ser una de las barreras que más amaba romper cuando la tenía cerca. Así que no lo dudó, de hecho, ni siquiera lo pensó, simplemente se puso de pie como un resorte y se dirigió directamente a ella cuando estuvo de pie y contra las barandas de ese pasillo.

- Sube.- Fue una orden total que hizo que todos los miraran como si hubieran perdido la cabeza, todos incluyendo a los demás miembros del equipo que estaban esparcidos por el lugar.

Emily lo miró incrédula, sobre todo por esa palabra tan simple que había utilizado, lo miró desafiante casi obligándolo a que lo repitiera y él lo hizo.

- Que subas.- Repitió la orden esta vez olvidándose de todo lo demás, olvidándose de que debía ser profesional o amable con una dama, una amenaza entre dientes que solo ella era capaz de conocer con total intensidad.

Volvió a mirarlo, sabiendo que a la tercera vez bajaría a buscarla y la arrastraría por un brazo, se disculpó con Clyde y se dirigió a la oficina de su jefe mientras ninguno de los dos hombres le quitaban los ojos de encima.

❝𝐼𝑛𝑒𝑣𝑖𝑡𝑎𝑏𝑙𝑒𝑠❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora