Capítulo 81: "Ese balcón que da a la Luna"

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“La odiaba y luego la amaba,
y luego la odiaba y luego la amaba,
y otra vez la odiaba y vete a la mierda.
Cuando me iba a la cama y cerraba los putos ojos y aún estaba ella.”
            - Charles Bukowski.

El insomnio se había apoderado de él, todas las noches siguientes a esa noche en la que Emily había decidido arriesgarlo todo. Doyle le había llevado más cosas a él que a ella misma, y dormir placenteramente era una de esas cosas.

La conversación que había tenido con la morena, allí fuera de su apartamento, a tan solo una puerta alejado de quien lo esperaba dentro. Todas las palabras volaban en su mente y le hacían recordar una vez más el ‘cómo era’.

Beth dormía a su lado, tan delicadamente que por momentos se olvidaba que estaba allí. Una mujer trigueña, sí, pero su cabello no olía a vainilla; sus ojos no se desaparecían en la oscuridad, ni su respiración inundaba el silencio; sus pestañas no eran tan largas, ni su piel tan suave y ni siquiera sentía su calor quemándole la piel. La tenía al lado y en vez de apreciarla como solía hacer con Emily, sólo pensaba en que era él quien estaba equivocado, de sitio en el mundo, de corazón. No podría reemplazarla con nadie más, lo sabía, pero tenía la esperanza de superarla en otra boca; aún así no era tan fácil, el sabor de sus labios eran una advertencia constante en su mente, de que ni probando otros se borrarían las diez mil copias que había hecho su lengua.

Intentó despejarse, se tomó un té, le dedicó un par de horas a algunos informes y luego regresó a la cama, consiguiendo solo dar vueltas.

- ¿Estás bien?- Escuchó la voz adormilada de la mujer.

- Estoy bien.- Incluso esa respuesta le recordaba millones de mentiras, justo como esa.

- Aaron...- La trigueña se abrazó a él por detrás.-... ¿Está pasando algo?

- No.- Se quedó en silencio, pero ella lo apretó más exigiendo que hablara.- Estoy algo estresado con el trabajo.- Mintió estrepitosamente.- Eso es todo.

- Puedo ayudarte con eso.- Sintió la mano de la mujer meterse bajo las sábanas, captando sus intenciones en cuestión de segundos.

Tampoco puso demasiada resistencia, llevaba evitando pasar a algo más íntimo que un beso con ella, desde aue se habían conocido. Y su mente sólo le gritaba ya era hora de dejar ir a quien probablemente en esos instantes estaba acostándose con alguien más, llevaba un año sin sentir nada más que odio y desenfreno por Emily y sabía que necesitaba cambiarse de sitio, avanzar y dejarla atrás.

Beth acarició su miembro que respondió casi de inmediato, necesitaba que alguien más le diese placer. Sus toques fueron habilidosos, pero no pudo evitar compararlos y entonces ya no eran nada. Quiso enfocarse en esa habitación, en esa mujer que besaba su cuello y mordía el lóbulo de su oreja buscando hacerlo explotar, quería estar allí pero su mente volaba a lo más prohibido, a su gran amor, su Afrodita, la única mujer capaz de poseer sus sueños despiertos. Mordió su labio, no quería dejar escapar otro nombre, ponerlo todo en evidencia; cerró sus ojos y de imaginó penetrándola, jugueteando con sus pezones y entonces se corrió en la mano de Beth con la imagen de Emily haciéndole cosquillas a sus pupilas dilatadas y escondidas.

- Gracias.- Dijo tomando aire mientras se volteaba a mirar unos ojos verdes que prácticamente desconocía.

- No tienes que agradecerme.- Rió la trigueña.- Sólo tienes que devolverme el favor algún día.

- Trato.- Y supo que los tratos que hacía ya eran todo para engañárse incluso a sí mismo, como el trato que se había hecho, y que no había conseguido cumplir, olvidar a Emily para siempre después de esa noche en París.

❝𝐼𝑛𝑒𝑣𝑖𝑡𝑎𝑏𝑙𝑒𝑠❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora