Entre sueños

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Enero 30 7:50 a

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Enero 30
7:50 a.m

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Los enormes edificios de Canadá, le daban la bienvenida al amanecer a través de ellos. El sol asomándose entre dos rascacielos, reflejando su brillo en los grandes ventanales que estos tenían, dándole así el inicio a un nuevo y soleado día.

Harry terminaba de ducharse después de haber tomado su conocida y que no puede faltar al despertar, taza de café caliente.

Le gustaba despertar temprano y tomarse el tiempo de disfrutar aunque sea un poco su mañana antes de irse a trabajar. Amaba la energía que el café le proporcionaba por gran parte del día, además del delicioso y acogedor aroma que soltaba por todo el departamento al estarse preparando en la cafetera, y si hablaba de como se combinaba con el aroma de su niño, no tendría palabras para explicar la exquisita mezcla de esencias.

Salió del baño con una toalla atada a su cintura, dejando al descubierto su pecho entintado por el cual viajaban pequeñas gotas de agua que aún rondaban vivas por su piel, algunas cayendo desde las puntas de sus rizos, bajando por toda su anatomía hasta perderse en la orilla de la toalla.

Tomó una nueva toalla seca, llevándola hasta su cabellera cuando se curvó hacia adelante y dejó caer su cabeza inclinada, haciendo tropezar sus rizos desordenados de la misma manera mientras los sacudía para eliminar el exceso de agua en ellos.

Suspiró, observando la hora en el despertador que decoraba la mesita de noche a un lado de la cama, ahí donde cuando su vista se alejó del reloj, fue a parar a un cuerpecito que yacía dormido dándole la espalda.

Vió su pequeña anatomía de costado subir y bajar al compás de su lento respirar, su cabellito castaño desordenado y probablemente algo enredado descansando sobre la almohada. El sol hacía un perfecto juego con su tersa y lechosa piel al verse reflejado en ella dándole un tono dorado, con las sábanas cubriendo hasta la mitad de su torso y no tenía que verlo de frente para poder adivinar que alguno de sus deditos era succionado con suavidad entre sueños, y su conejito de peluche era asfixiado entre alguno de sus bracitos.

Sonrió luego de dejar la toalla con la que había secado sus rizos sobre una silla que vivía en una esquina de la habitación desde hace años, acercándose cauteloso hasta llegar a la misma cama donde el ojiazul era víctima de las manos de Morfeo.

Se hincó con cuidado de no hacer un movimiento brusco sobre el colchón que pudiera despertarlo, pasando un brazo por encima de su cuerpecito, logrando tenerlo en medio de sus dos brazos bajo él.

Quiso reír cuando escuchó los suaves ronroneos que soltaba entre sueños siendo mezclados con algunos murmullos sin sentido, por lo menos en el mundo fuera de sus fantasías.

-Mi amor.- susurró sobre su oído, inclinándose un poco para dejar un delicado beso entre su suave mandíbula y su largo cuellito donde sus grandes colmillos eran tatuados, intentando lograr que abriera sus bonitos topacios.

Vanilla MilkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora