9- Improvisación

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—¿¡Que tu qué!? —exclamó Aimeé, luego de escuchar el por qué había llegado tarde a la escuela hoy—. ¡Yo lo sabía!

—¿Saber qué?

—¡Que te gusta! —gritó, emocionada.

—No, claro que no, Aimeé. Deja de gritar, todos nos están viendo —mencioné al notar la mirada de muchos sobre nosotras.

—Nadie me va a callar ahora. Dormiste con un chico que de seguro es sexy.

—No es tan lindo —mentí.

Aimeé tomó un pedazo de los raviolis que había traído para almorzar.

—Lo viste sin camisa...

—Porque tenía la camisa sucia —defendí.

—¡Y lo besaste! —supuso.

—¿Qué? ¡Claro que...! —me callé al instante—. Bueno, en realidad...

—¿¡Qué!? —exclamó de un grito que despertó a toda una nación.

—No nos besamos —aclaré, con las palabras en mi garganta—. Peeeeero, por poco...

—No lo creo —Aimeé se cubre la boca, dramática—. Debes presentármelo. Quiero conocerlo y juzgarlo.

—No quiero tener nada que ver con él.

—¿Por qué no?

—Porque luego de llegar a su casa, descubrí algo... —antes de poder hablar, una inoportuna visita se sentó a mi lado en el peor momento.

—Hola —Seamus, sonríe, lo que me dejó sin respiración.

—Em, hola.

—Dejaste algo en mi auto ayer —rebuscó en su bolso y sacó mis audífonos.

—Gracias —lo corté con una sonrisa de boca cerrada.

Seamus se quedó mirándome, como si quisiera decirme otra cosa. Pero como vio que mi mirada lo abandonó, renunció e hizo el ademán de levantarse, pero Aimeé decidió molestar:

—¿Y él es? —preguntó, mirándolo con los ojos entrecerrados.

Seamus se volteó hacia su dirección y acercó su mano.

—Seamus, un gusto —Aimeé la tomó con duda.

—¿Nos conocemos? —formuló Aimeé con tono acusador.

—No creo.

Aimeé me miró y yo fruncí el ceño, hasta que recordamos casi al mismo tiempo de donde lo conocía. Ella lo miró con enfado:

—Eras el chico de la fiesta que humilló a mi amiga —concluyó Aimeé.

Seamus abrió los ojos en par y los relajó al instante como si no nos hubiéramos dado cuenta de eso.

—Así que recuerdas eso —Seamus bajó la cabeza, apenado.

—¡Claro que lo recuerdo! —espetó—. ¿Crees que ella te perdonará así de fácil?

—Créeme, estoy al tanto de que no —me miró de reojo. Yo fingí demencia.

—¿Acaso no tienes dignidad? ¡Lárgate de aquí, imbécil!

Seamus levantó sus manos en rendición y se fue lejos de nosotras.

—Un segundo... —dijo Aimeé y se dirigió hacia su dirección, intentando alcanzarlo.

No entendía lo que pretendía hacer, hasta que lo presencié. Aimeé hizo que Seamus se girará, y cuando eso pasó, le propinó una muy sonora bofetada en la mejilla. Auch.

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