10~ Descongelando viejas emociones

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—Hola —dije, después de tanto pensármelo.

Seamus se acercó dos pasos hacia mí. No más. Solo dos. Yo no me moví de mi lugar. No me sentía capaz.

—Yo... quería hablar contigo —su voz se tornó baja y profunda. Sus ojos se clavaron en mis pupilas, que no paraban de admirar la ola de tonalidades azules que habían en ellos.

—Lo pude deducir —sonreí con la boca cerrada.

Él levantó la comisura derecha del labio.

—¿Por qué? ¿Porque adquiriste poderes psíquicos?

—No, porque estuviste sentado con los codos en tus rodillas, con esta expresión de pensativo —imité su expresión, a lo que Seamus se rio levemente.

—Quería disculparme por haberte dicho que aceptaba que no nos habláramos más. No siento que fue lo más maduro de mi parte —dijo, seco, indiferente.

Esta vez lo noté; noté ese pequeño brillo de interés en sus ojos que intentaba ocultar. ¿Por qué lo ocultas, Arden?

—Sé que no fue lo mejor que pudimos haber hecho, pero yo lo ofrecí en cuanto llegaste.

—Respeté que esos fueran tus deseos. No quería molestarte más, después de todo lo que hemos pasado. No siento que esa fue la mejor manera de empezar de nuevo.

—Yo tampoco creo que esa debió ser la manera.

Dio un paso más cerca de mí. Tensé mi mandíbula.

—Escucha, Rae, yo no vengo aquí a recordar qué hicimos mal en el pasado, si tu me dijiste esto, si yo dije lo otro... No. Quiero empezar desde cero —me tendió la mano—. ¿Va?

Miré su mano con duda y, en cuestión de milisegundos, la tomé. Nos estrechamos la mano por unos segundos que fueron infinitos. El gesto se tornó de un trato profesional a un conector de ideas. Temía que pensara lo mismo que yo. Su piel caliente erizó mi piel. El roce de sus dedos con los míos me hacía estallar por dentro. Tragué grueso al oler su colonia, la cual olía como la misma que siempre usaba hace cuatro años. Solo podía imaginármelo atrayéndome a su cuerpo con esa estrechada de mano y bes... ¡No!

Esto era demasiado. Recordé en sus ojos a la rubia que me miraba con maldad.

Quité mi mano rápidamente, asustada de cometer un error.

—Mhm... tengo sed. ¿Tú tienes sed? Voy por agua, ¿quieres? ¡Claro que quieres! —balbuceé, apresurada, alejándome de él poco a poco.

—Vale. Voy contigo.

—¡No! —me giré enseguida. Respiré hondo y lo encaré—. Tú quédate ahí donde estás. Yo busco las aguas.

Él levantó las manos a la altura de su rostro en señal de rendición; sus músculos se tensaron. Su sonrisa juguetona y su mirada retadora fueron lo más atractivo que he visto en mi vida. Mierda, tengo que dejar de pensar en eso. Creo que le echaré limón a mi agua.

Fui en búsqueda de las dos botellas de agua, calmándome un poco. ¿Qué me pasaba?

De regreso, Seamus se había sentado con las piernas separadas y los codos apoyados sobre sus muslos. Me miró y se reincorporó en el sofá, aceptándome el agua.

—Gracias.

—Yo me tengo que ir. Traje a un invitado a casa. Sería descortés hacerlo esperar tanto —dije, dándome media vuelta para caminar a zancadas hacia mi habitación.

Sentí sus pasos aproximarse hacia mí al tiempo en que mi corazón palpitaba, es decir, rápido.

—Li —el apodo cosquilleó por mi espina dorsal—. Yo creo que Ricky puede esperar. De seguro está entretenido husmeando mis cosas.

WishGuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora