6- Mentira Piadosa

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Llegué a la escuela un poco más animada que ayer. Luego del extraño almuerzo con Seamus, todo fue empeorando. Llegué a la habitación de invitados y me quedé unas horas encerrada, olvidándome por completo que ese no era mi hogar. Tomé una siesta y cuando despierto para cenar, escuché a Tatiana hablar con Seamus bajo las escaleras.

—¿A dónde vas, hijo? —se notó preocupación en la voz de la rubia, a la lejanía.

Me escabullí por los pasillos de arriba y me escondí en una pared, curiosa.

—¿Siempre debes hacer este numerito cuando me voy? —escuché la irrespetuosa voz de Seamus.

—Sí, porque si no te concierne, sigo siendo tu madre.

—Me iré con Finneas, como todas las veces que me preguntas —respondió con un tono hostil.

—Pues eres un mentiroso —acusó Tatiana.

—¿Mentiroso? —casi pude visualizar cómo Seamus levantaba las cejas, burlón.

—La vez pasada hablé con Finneas y me enteré que ustedes ya no se hablan —lo atrapó con las manos en la masa—. Seamus me tienes muy preocupada, ¿Podrías hablar conmigo? —el dolor arribó en su voz.

Creí que yo tendría que ver en su conversación, pero al notar que tomaba otro rumbo, hice el ademán de alejarme de allí. Sólo que algo me detuvo, algo que especificamente me ató a esa conversación.

—Estoy visitando a Allison, ¿Feliz?

Percibí el silencio tenso que se formó en ese círculo confidente.

—Seamus... —escuché decepción provenir de la voz de Tatiana.

¿Allison? ¿Quién podría ser Allison? ¿Su novia?

Qué te importa.

Quizás ella sea la razón de aquel arrebato de su parte en la fiesta en cuanto mencionó el amor.

La campaña resonó en mis tímpanos.

Recogí mis cosas y salí hacia mi otra clase. En el pasillo vi a Aimeé, quien estaba peleando verbalmente con un pobre chico.

—...Y para que sepas, yo puedo sacarme una A sin tu ayuda! —le escupió —literalmente— en la cara a un chico que lucía muy inofensivo.

—A calmar esa bestia, ¿Qué sucede? —me entrometí antes de que sacara sus puñetazos mortales.

—Este imbécil prometió ayudarme con tutorías para Algebra, pero quiere que le dé un beso justo ahora a cambio —habló, imponente, de brazos cruzados.

Miré al chico con cara de póker. El chico de lentes hizo una cara de inocente antes de encogerse de hombros.

—Ya lárgate de aquí, aprovechado —le señalé el pasillo, rodeando los ojos. Por suerte se dio por vencido y se retiró.

Aimeé resopló y volvió a optar por su mirada divertida y abierta.

—¿Qué ha pasado en tu vida, Kaili? —preguntó con el aire dirigido a su favor—. ¿Cómo te llevas con los amigos de tus papás?

«Si te enteraras» pensé.

—No tienes idea —hice una mueca.

—¿Caen tan mal?

—Lo único que cae mal del matrimonio es lo que crearon en él.

—Espera, espera... ¿Tienen un niño? —preguntó mientras acomodaba su cabello.

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