30- El Conflicto

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—¿Qué se supone que diga? —pregunté.

—Este es un lugar seguro, Kaili, puedes hablar de lo que quieras —aseguró la Dra. Gutiérrez, mi ahora psiquiatra.

Suspiré.

—No sé cómo funciona esto.

Ella abrió su libreta.

—Tengo entendido que ya visitaste a una psiquiatra hace un año. ¿No es así?

—Sí, pero... no lo sé... ella solo buscaba medicarme, no hablar conmigo —admití en voz baja, jugueteando con mis dedos.

Ella escribió en su libreta. ¿Había dicho algo relevante?

—Tuve una charla con tu madre, Melissa. Me contó lo que sucedió, ¿No quisieras iniciar por allí?

Intenté buscar mi voz, mientras todo mi cuerpo se tensó.

—Pasó hace dos años... él era... mi novio —enmarqué con disgusto.

Sus manos aprisionando las mías, su cuerpo apretándome al suelo y mi dificultad para respirar...

—Lo siento, no puedo hacerlo —dije, sorbiendo mi nariz.

Ella volvió a anotar en su ridícula libreta. Cómo deseaba tirarla por una ventana.

—No te preocupes. Cuéntame de tu familia, ¿Cómo están?

—¿No se supone que vengo aquí a hablar de lo que sucedió?

—No necesariamente. Primero busco hacerte una evaluación mediante una pequeña charla. Ya poco a poco hablaremos de lo que pasó. No te sientas presionada de contarme nada.

Asentí con la cabeza. Mi cuerpo fue aliviado con el olor a lavanda que habitaba en el lugar de paredes entre el beige y el blanco.

—Mi familia... no sé de ellos desde hace unas cuantas semanas.

—¿Por qué? ¿Pasó algo que ocasionara ese distanciamiento?

—Nada en particular. Mi cabeza ha estado en otro lugar.

Ella volvió a anotar. Mi paciencia se agotaba con cada palabra que escribía.

—Tus padres me han dicho que ahora vives con personas completamente nuevas para ti. ¿Cómo te sientes al respecto?

¿Cómo me sentía? Recordé los últimos tres días desde la fiesta de Aimeé.

—Tatiana, la madre de la familia, me contó que tenía que irse un tiempo a otro país. No me dio razones. Phillip, el padre, es un ser neutral; está y no está.

—¿Y el hijo?

Respiré hondo cuando mi pecho se contrajo entre sí.

—Seamus...

—Espera... —me detuvo—. ¿Cuál es el apellido de esta familia?

—Arden —respondí con el ceño fruncido.

—Oh, tus padres me hablaron de ellos. Prosigue.

Me lo tomé muy raro, pero le hice caso omiso.

—Él y yo no mantenemos contacto —mentí, ocultando el dolor en mi voz. Bajé la cabeza.

Pero ella lo notó.

—Por cómo lo dijiste, no se escucha que no mantienes una relación con él. ¿Es él la razón de tu alejamiento hacia tu propia familia?

¿Acaso era psíquica? ¿O cómo lo dedujo en un segundo?

—No, bueno, no lo sé. Es complicado.

—¿Quieres hablarme de él?

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