16- Caos Escolar

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Nota: He publicado doble actualización. Disfruten ;)

KAILI

Todo fue mi culpa.

Mis manos frías hicieron contacto con su cálida piel, mis dedos recorriendo su torso con cuidado, sintiendo todo su abdomen en mi toque.

Su abdomen parecía una escultura; bien marcado y con un ligero bronceado que pintaba su piel. La yema de mis dedos recorría su torso desnudo que, al sentirlo tan firme pero simple, comenzó a acalorar mis mejillas.

Sacudí mi cabeza y me concentré en mi objetivo.

Los moretones en su cintura se habían tornado morados con pequeñas tonalidades azules.

Presioné con mucho cuidado aquel hielo que erizó su piel contra los golpes recientes en su cuerpo.

Él rechistó de dolor cuando sintió el ardor en la herida. Separé por instinto el hielo de su piel, sintiéndome aún peor por haberlo lastimado.

—Lo siento... —dije en un tono profundo y muy bajo.

Cerró sus ojos con fuerza y luego de una exhalación fuerte, me miró a los ojos con ese brillo que tanto anhelaba.

—Está bien —dijo en un jadeo, mientras recostaba su cabeza en la pared, dejándome más acceso a su torso.

No tenía palabras para explicar cómo me sentía. Todo pasó tan rápido; tantas emociones conjugaron en contra de mí.

Se me hundía el pecho de verlo en ese estado: adolorido, golpeado, herido.

Evité su rostro, no quería mirar lo que él le había hecho; todos esos moretones y heridas en su rostro, con rastros y marcas de pequeñas gotas de sangre. Una lágrima recorrió mi mejilla.

Nos consumió un profundo silencio, que sólo fue cortado por su respiración agitada, justo cuando hacía presión en una de sus heridas.

Él me salvó. Los recuerdos eran tan claros. Sabía que este día quedaría marcado para siempre. No fue un día común, el cual intentas recordar y no lo consigues. No, este era distinto. Todo lo que sucedió fue memorable y caótico.

No sabíamos qué decirnos el uno al otro desde que se había enterado. Lo supo en clases, lo dedujo. La perplejidad nubló su vista y la furia engañó a su fuerza de autocontrol.

—Debiste dejarme terminar lo que ya había iniciado —añadió en el silencio.

¿Debí?

Seamus ya lo sabía y yo estaba aquí, limpiando sus heridas, sin decir ni una sola palabra, porque sabía que colapsaría.

¿Cómo llegué a esta situación? Te estarás preguntando.

¿Por qué estaba en la habitación del chico que detestaba, limpiando sus heridas?

Todo paso de repente, pero para saber bien la historia, debemos retroceder.

TRES (3) SEMANAS ANTES:

Cobarde. La perfecta palabra para describirme: Cobarde.

Me acosté en mi cama, frustrada, porque no fui capaz de colocar la orden de alejamiento. La decepción en el rostro de Tatiana fue invisible; ella aseguró una y otra vez que estaba bien si no quería, pero sabía que, muy en el fondo, ella estaba defraudada.

Durante la semana había faltado a clases. Quería organizar mis ideas, mis pensamientos, e ir aceptando lo que sería mi vida desde entonces.

Era una ingenua.

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