47- Parte 1

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No pensé en la idea de irme hasta que los cazatalentos me contactaron, un mes y dos semanas después de ya haberme informado de la noticia, para contarme todo. Y justo como la señorita Tabitha predijo, me dejaron dos semanas para pensarlo y tomar el primer avión hacia la universidad en enero.

En ese mes, todo se desató para mi beneficio; todos se enteraron que Jason había ido a corte, y aunque no fue a la cárcel por abusar de Yatnna, su familia y riquezas sí se vieron envueltas en cargos mayores por fraude y lavado de dinero en uno de los tantos casinos de los que eran dueños.

Actualmente, el caso de Jason seguía en revisión. Sin embargo, su familia era tan poderosa que también logró salir casi invicta de la corte judicial, aunque sí tuvieron que cerrar dichos casinos. Poco a poco, entrarían en la quiebra, si no invertían el dinero que les quedaba.

De Jason no supe más durante ese mes. No más mensajes amenazantes, ni encuentros hostiles por ahora.

Desde mi cumpleaños que ya no hablaba con Aimeé. Sí, la quise en la fiesta para mí, pero no podía olvidar tan fácil. Ella me lastimó, y yo no era lo suficientemente madura como para considerar que solo había sido una "pelea de niñas", como ella misma lo catalogó. Sucedieron dos o tres discusiones más con ella por mensaje hasta que la amistad se cortó. Por fortuna, no le había contado a nadie lo que la señorita Tabitha me había dicho.

En esos días también me había vuelto muy allegada a Richard y Thomas.

A Hudson no le agradaba la idea de no decirle a Seamus sobre la entrevista. Y sí, él se enteró por mí. No pude ocultárselo a mi mejor amigo.

En cuanto a Seamus... todo iba de maravilla. No habíamos peleado ni una sola vez durante todo ese mes. Era un logro para nosotros. Creo que ya no teníamos por qué pelearnos tanto.

—¿En qué tanto piensas? —me preguntó Seamus.

—En un trabajo que debo entregar —mentí.

Y no, tampoco le había contado a Seamus sobre la oferta de la entrevista por una posible beca. No tenía el coraje para hacerlo.

—Ya estamos a casi vacaciones de Navidad. ¿Por qué te siguen enviando trabajos?

—Porque los profesores son unos idiotas.

Él dejó su guitarra sobre la mesa y se acercó hacia mí.

—Te he visto muy estresada estos últimos días —dijo, sentándose a mi lado—. ¿Qué pasa?

—No lo sé. Seamus... creo que es la universidad lo que me mantiene preocupada. ¿Y si no llego a entrar?

—Yo creo que deberías dejar de preocuparte por eso. Seguro entras.

Aunque mi problema fuera otro, él tenía razón. No debía preocuparme tanto. La decisión correcta aparecerá en mi corazón en poco tiempo... espero.

—No logro pensar en otra cosa que no sea en eso.

—Afortunadamente, tienes un novio muy atractivo que puede ayudarte en eso.

—Siempre tan egocéntrico, ¿no? Además, acabamos de llegar de la escuela, Seamus.

—Y, justo por eso, es que deberías dejarme ayudarte —miró mi cintura y sacudió la cabeza—. Para que te relajes.

—Tú lo único que me provocas son dolores de cabeza.

—Sabes que eso no es lo único que te provoco, Li.

Le di un golpe en el hombro, con las mejillas acaloradas.

—Tienes razón. También me repugnas.

—¿En serio?

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