50- Te dejaré ir

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ÚLTIMO CAPÍTULO
(Like This - Shawn Mendes)

SEAMUS

"Estado de Demanda: Aceptada y Procesada por la Corte Judicial..."

No pude seguir viéndolo. Lo arrugué entre mi mano, sorprendido de lo que Kaili había hecho. Habían pasado días desde el suceso, y yo no podía dejar de pensar en ella.

Conducía y conducía sin ruta alguna. Necesitaba drenar toda la rabia de haberme abierto tanto a una persona como ella, y el hecho de no estar arrepentido de haberle contado todo y dejar que me lastimara así.

Porque sí, le mentí. Seguía sintiendo muchas cosas por ella; seguía queriendo que me abrazara, me besara, me mintiera a susurros y que tocara cada parte de mi cuerpo como nadie más lo había hecho.

La seguía queriendo... incluso amando.

Y la perdí. Lo perdí todo. Llevaba días fugado de mi casa; no podía regresar, no ahora, no cuando cada pared tenía su nombre pintado en ella, ni cuando cada aliento me recordaba a su dulce aroma.

No entendía absolutamente nada, ni cómo supo lo de Allison, ni el por qué había creado una demanda en contra de mí, si yo no le había hecho nada malo. Y cuando ella lució tan extrañada de la carta, estuve a punto de creer que todo había sido un malentendido y que ella no me había denunciado. Estuve a nada de creerlo, hasta que lo recordó y comenzó a disculparse conmigo.

¿Lo peor de todo? Aún seguía buscando una excusa lógica del por qué no debía estar enojado con ella. No podía estar molesto, si su sonrisa tierna encendía cada rincón de mi cuerpo.

Una llamada entró a mi móvil. Eché una ojeada, sabiendo que era Tatiana quien seguía molestándome desde el primer día en que no regresé a casa. Para mi sorpresa, no intentó contactarme por otros medios ni preguntó por mí a nadie. Solo se queda repicando y repicando a mi móvil, esperando que le conteste.

Necesitaba arreglar las cosas con ella. No estaba enojado, pero sí desilusionado de no tenerla a mi lado con esta demanda. ¿Quién será mi abogada? ¿A quién acudiré?

Sin saber muy bien qué hacer, di media vuelta y regresé al camino que mi corazón guiaba. A casa.

Veinte minutos después, ya estaba llegando. Sentía mis manos trémulas y mis ojos hirviendo. Estaba asustado de hablar con Tatiana. Nunca lo había hecho. Creí que nunca tendría que hacerlo, pero estaba cansado de huir... además de dormir en mi auto, je, je, je.

Entré a casa, agotado, tanto física como emocionalmente. No vi a nadie en la sala. Extrañado, subo al cuarto de mis padres, el cual también estaba vacío. Qué extraño. Bajé, a punto de buscar por el comedor, hasta que sentí su presencia en otro lado de la casa. Caminé hacia la cocina, donde una gran melena rubia estaba estática, sentada en una de las sillas altas de la isleta.

—¿Tatiana? —me escuché a mí mismo hablar, cansado.

Ella no se inmutó, sino que lentamente levantó su copa de vino a la altura de sus labios y tomó un buche de él.

Arrojé mi bolso al suelo y me acerqué a paso cauteloso. Miré aquella joya en su muñeca, que le había regalado, dar vueltas y vueltas cuando revolvía el líquido de su copa.

Agaché mi cabeza, esta vez avergonzado.

—¿Recuerdas esa vez que me dijiste que, no importa el día o qué tan viejo sea, cuando esté listo para hablar que te lo diga? —pregunté.

El silencio gobernaba entre nosotros. Tatiana ni siquiera respondió.

—Ya estoy listo.

Sentí el corazón en la garganta cuando Tatiana se giró y su cálida mirada tocó una parte vulnerable dentro de mí. Me devasté.

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