26- ¿Qué sucedía con Seamus?

609 45 42
                                    

KAILI

Creo que lanzar mi celular hacia el otro lado de mi sala no fue la idea más sensata.

No podía contarle a Hudson lo que había descubierto. Aunque sabía que él me diría: te lo dije.

Después de todo, él no estaba erróneo. Max. el chico con el que había visto a Seamus hablar de forma muy sospechosa, sí vendía drogas en la escuela.

¿Cómo lo supuse? La carta.

El Dr. Álvarez le escribió una carta de respuesta a Seamus, diciendo que sí había aceptado el caso y que tenía en cuenta el hecho de ser un caso de corte privada.

Las cortes judiciales privadas fueron un nuevo permiso para aquellas personas que no querían llevar el asunto a mayores por pequeños cargos, con el fin de resolver estos crimines internos.

Los casos que aceptaban eran pocos: entre problemas con sustancias o flujos embriagantes hasta un homicidio culposo.

Era evidente que Seamus tenía problemas con las drogas. Todo pareció engranar en mi cabeza.

Llegué a la escuela, con tantas cosas para contarle a Hudson.

¿Crees que sea prudente decírselo a Hudson?

Es mi mejor amigo.

Pero esto es muy privado. Imagina si alguien te hiciera lo mismo con...

No, no tiene comparación.

Sacudí mis pensamientos y me concentré en mi camino.

Aimeé vino corriendo hacia mí con un papel entre sus dedos.

—¡Kaili! —llamó, feliz, cuando llegó a mí.

Me entregó el papel sin decir nada.

—¿Qué es esto? —pregunté, abriendo el papel mal doblado y lleno de arrugas.

—¡Lee! —se le notó agitada de la emoción.

Abrí el papel y me puse a leer lo que traía adentro.

SEGUNDA PRUEBA:

HAZEL:
-Mangle Richard.
-Kaili Rae.

COULSON: ...

Dejé de leer lo que restaba de papel. Abrí mi boca, perpleja, y la miré, buscando el engaño o la broma en su mirada.

Se me dificultaba respirar.

—¿Es... e-es... es...? —balbuceé, con el corazón estallando en mi interior.

Aimeé me sujetó de los hombros y me sacudió con fuerza.

—¡Reacciona, mujer! —chilló.

Cerré mis ojos y respiré hondo. Cuando la volví a mirar, todo había cambiado.

—¿Estoy en la segunda prueba? —pregunté, impactada.

—Sí...

—¿Estoy en...? —dejé la pregunta en el aire.

—¡Que sí, tonta!

Abrí mi boca y dejé que un chillido saliera de ella. Aimeé me tomó de las manos y comenzó a brincar y a gritar justo como yo lo hice.

—¡Estoy en la segunda prueba! —exclamé.

—¡Lo estás!

—¡NO PUEDO CREERLO!

—¡CRÉELO!

Dejamos de brincar casi al mismo tiempo.

—Pero... —respiré entrecortado—. ¿Cómo? ¿Por qué?

WishGuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora