34- El Cambio

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KAILI
Actualidad

—No pude hablar por días. Nadie escuchaba mi voz, solamente... cantaba. Adivina cuál canción cantaba.

Él esbozó una sonrisa triste de boca cerrada.

Rewrite the Stars.

—Sí, Seamus, Rewrite the Stars.

—Ya lo entiendo todo —murmuró.

Y... silencio, de esos silencios que disfrutas porque estás a gusto con él.

Luego de veinte minutos, la hinchazón de sus moretones fue disminuyendo por la compresa de hielo.

—¿Tienes cremas para los moretones?

—Tatiana tiene, pero no sé dónde las guarda.

—Esto no mejorará sin una crema.

—Lo sé —suspiró.

Recordé la vez en que Eric, mi hermano, se metió en una pelea a los diez años por un ridículo juguete de Superman. Después de eso, mi madre procuraba mantener un kit en caso de situaciones así.

—En mi casa tengo —solucioné.

Él hizo una mueca de cansancio.

—¿Sabes lo cómodo que estoy en esta cama?

—Lo dejarás de estar cuando tus heridas no mejoren.

Él gruñó y luego se acomodó en la cama.

—Bueno... pero tú ideas cómo salir de aquí sin que Phillip se entere.

Caminé y señalé la ventana con una sonrisa nerviosa y la pregunta en mi mirada.

—Ni en sueños.

—¡Es la única forma de salir!

—Sí, y de joderme más de lo que ya estoy.

—Por favor, no es tan alto.

—Lo suficiente como para sentir el dolor al triple.

Gruñí y me acerqué hacia su puerta. La dejé entreabierta y asomé mi cabeza. No había rastros de Phillip, pero sí se escuchaba la televisión encendida.

—Muy bien, tengo una idea —dije, cerrando la puerta y acercándome a él. Tomé su camiseta y de la arrojé al rostro—. Vístete.

Él frunció el ceño pero se puso su camiseta sin rechistar.

—Esto puede ser muy extraño, pero es lo único que se me ocurre.

Él escuchó con atención mi plan, mientras su sonrisa se ensanchaba con diversión.

—Deja de sonreír —le dije, malhumorada.

—Es el mejor plan que has hecho.

—Nunca hemos hecho juntos ningún plan.

—Pero ninguno podría superar este.

—Mientras más rápido, mejor.

—No, de hecho, voy a disfrutar ese momento con calma.

—¡Seamus!

—Bueno, bueno, vámonos.

Toqué el pomo de la puerta cuando él volvió a hablar:

—Espera.

Me giré hacia él y, para mi sorpresa, su sonrisa desapareció.

—¿Qué?

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