21- Libérame

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KAILI

La escuela reabrió una semana después, por los daños que la tormenta había causado.

No sabía cómo sentirme al respecto. No supe de Jason en toda esa semana libre. Era un alivio. Pero todo se acabaría cuando regresara a la preparatoria mañana.

Intenté buscar trabajo durante días, para pagarle a Jason lo que le debía. Desafortunadamente, la tasa de empleos era muy baja debido a la misma tormenta que azotó la ciudad.

No podía pedirle dinero a mis padres, ni mucho menos a Tatiana y Phillip. No me lo perdonaría nunca. Nadie ha sabido sobre mi trato con Jason, ni siquiera Hudson, que vivió lo mismo que yo.

Él estuvo ese horripilante día.

Hudson ya tenía suficiente. Al enterarme que la golpiza fue obsequio de Jason, no podía arriesgarme a desafiarlo más. No quería que siguiera lastimando a los que amaba.

En cuanto a su amenaza... no la había cumplido. He pasado una de las mejores semanas con Seamus. No pude dejarlo ir tan fácil, pero ya era momento de hacerlo.

Me desperté a duras cuestas y me preparé para la escuela. Sólo unos meses más y podré salir corriendo de esas cuatro paredes que tanto caos me habían causado.

Como era de costumbre durante estos siete días, me dirigí hacia la habitación de Seamus y, luego de tocar la puerta porque no era una acosadora, me guié hacia la cortina para abrirla de un golpe.

Él gruñó en silencio por los rayos de luz que se colaban por su ventana.

Alejé cualquier rastro de tristeza que podía notarse en mi semblante. Sería la última vez que hiciera eso. Por su bien, debía alejarme.

Me acomodé a su lado de la cama y cubrí su rostro con una almohada. Seamus intentó alejarla con sus manos, pero mi agarre era irrompible.

—Me niego a levantarme —murmuró entre la almohada.

Yo alejé la almohada y se la volví a estampar en la cabeza. Qué divertido era molestar a las personas.

—¡Volveremos a clases! —exclamé con entusiasmo fingido.

El castaño logró alejar la almohada de un manotazo y empujarme hacia su cuerpo en un solo movimiento.

Mi cara se ruborizó cuando sintió la cálida temperatura de su cuerpo. Bajé la mirada hacia la sábana y noté al instante que estaba sin remera. Toda su piel emanando calor por encima de ella.

—Seamus, llegaremos tarde —le advertí, roja de la vergüenza.

Él se mordió ligeramente el labio mientras dos destellos se formaron en su mirada.

—¿Cómo sabes que mi color favorito es el rojo? —me preguntó, acariciando mi mejilla con sus dedos.

Toda la sangre subió a mi cabeza.

—¿Algún día dormirás con una remera? —me quejé.

—¿Te molesta en algo?

—Pues... pues... ¡Sí!

—Si te molesta, ¿Por qué no miras hacia otro lado?

Me alejé de él a duras cuestas y cogí sus muñecas para impulsarlo a levantarse.

—Intentas provocarme —dije, evitando su cuerpo.

No me dejó alejarme. Aprisionó mis manos y las atrajo a su cuerpo.

Mi corazón estaba apunto de estallar.

—No intento nada —su mirada maliciosa me dijo lo contrario.

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