27- La Manzana Prohibida

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Advertencia: Contenido sensible y temas delicados serán tocados en este capítulo.

KAILI

Seamus me había besado.

Porque tú lo pediste.

Pero Seamus lo había hecho.

¡Porque tú lo deseaste!

¡Pero no creí que sería ESE tipo de beso!

Separé mis labios lentamente de los suyos. La sonrisa inconsciente en su rostro hacía que mi cuerpo cosquilleara.

¿Eso causaba en él?

No, sólo era una broma barata para sus amigos. Probablemente este sea el próximo tema en sus burlas.

A veces me decepciono de ser parte de ti, Kaili.

Gracias, conciencia.

Lo que había pasado era un error. Quería cerrar un ciclo, porque pensaba que lo nuestro era pura atracción y capricho de tener al otro.

No.

Era más que eso. Y eso me aterraba.

Conocí a Seamus a través de sus labios. Ese deseo infinito en cada pequeña mordida que me otorgó; esa caballerosidad al acariciar mi espalda con delicadeza, y ese viaje fuera de la realidad que se formó en ambos cuando nuestros labios se unieron.

Me había disgustado el beso.

Yo la corrijo. Nos había ENCANTADO el beso.

Lo odiamos.

Tú lo odias y no lo aceptas, pero estás flechada por él.

¿Desde cuándo estás de su lado?

Desde que saboreé la fruta prohibida.

Me obligué a devolverme a la realidad, donde Seamus esperaba por mí.

Él apoyó su frente en la mía, mientras su pecho subía y bajaba frenéticamente.

—Li... —llamó en un murmuro grave, ronco, que erizó mi piel.

¿Por qué hasta su voz se me hacía atractiva? ¿Por qué?

Una segunda probada no haría daño a nadie, ¿Verdad?

Cerré los ojos y me planteé la idea de volver a besarlo.

Pero no pude hacer nada. Un pequeño mareo palpitó mi cabeza. Me separé de él y presioné mi cabeza con los dedos.

—¡Argh! —musité un pequeño quejido.

Esos dolores de cabeza, la sensación de estar fuera de esta realidad, y mi corazón contrayéndose sobre mi pecho...

No, no me hagas esto ahora.

Me alejé a zancadas sin decir nada más.

—¿Li? —pude escucharlo llamar, consternado, antes de que el dolor se tornara insoportable.

Seamus fue mi última preocupación. De hecho, no quería volver a acercarme a él. Mis labios cosquillearon y mi piel comenzó a quemarse.

Entré al baño de mujeres y, luego de cerrar con llave, me dejé caer al suelo, agotada, viendo pequeños puntos negros por todos lados.

Sentí una presión en mi pecho y dolores en mis piernas; los mismos dolores cuando estas temblaron aquella noche catastrófica.

Sus roces atemorizaron mi bienestar. Haber besado a Seamus era una sentencia de muerte. Si Jason se enteraba, podia ser capaz de cualquier cosa.

WishGuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora