18- La Tormenta Parte 2

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SEAMUS

Quería besarla. Eso era lo único que podía pensar en ese momento; sus labios contra los míos, su cuerpo apegándose al mío, mientras exigía aún más y más cercanía. No podía contenerme más.

Desde hace días había aceptado esta sensación que ella me hacía sentir. Era distinta a la que había sentido con mi primera novia y con todas las chicas con las que había estado. Era diferente y quería que se hiciera realidad.

Maldita sea, ¿Cómo una chica que ha sacado lo peor de mí me tenía así?

Esperaba su respuesta con ansias, con mis manos esperando poder acercarla a mi cuerpo. Esperé tantas cosas que no sucedieron.

Ella se replanteó sus ideas, lo deduje por el tiempo que había tardado en responder.

—No lo diré. No aún —corrigió, devolviéndome la más mínima esperanza.

Asentí con la cabeza, intentando verme comprensivo, aunque en el fondo no soportaba no poder besarla.

Después de esto, supuse que necesitaba su espacio. Le había dicho algo muy arriesgado, pero fue puro impulso el que actuó por mí. Idiota, idiota, idiota.

Maldito impulso.

—Estaré con mis amigos, por si te apetece venir.

Me alejé de ella, arrepintiéndome de todas mis decisiones. ¿Por qué debía ser un maldito impulsivo? ¿Por qué no esperé más?

Habías esperado tanto por decirlo. Estabas a punto de colapsar.

Cometí el mayor error de tu vida.

O el mejor. ¿No te das cuenta? Dijo que aún no lo diría, y por su obvia reacción y nerviosismo, es evidente que sienten la misma confusión.

¿Será cierto?

Prefería no crearme falsas ilusiones hasta que sucediera.

Me senté en mi lugar, donde todos me habían perseguido con la mirada hasta llegar allí.

—¿Qué. Fue. Todo. Eso? —dijo Gabriella, con la boca abierta y las pausas más prolongadas.

—Nada —negué.

—¿Nada?

—¿Acaso quieren interrogarme?

—Vivimos del cotorreo.

Rodeé los ojos.

—No pasó nada.

—¿No es ella la ex novia de Jason que lo inculpó de algo? —añadió Athina, la rubia por la que Kaili estaba celosa, MUY celosa.

La culpé internamente por hacer que Kaili se enojara conmigo. En un lado, estaba enojado porque no quería que ella se sintiera así, pero por el otro estaba reconsiderando mis ideas, ya que así, logré saber que Kaili sí podría estar sintiendo algo por mí.

—¿Qué importa? —le resté importancia.

—¿Qué importa? —repitió Athina, desconcertada—. Es una arpía. Hizo que un inocente estuviera en prisión.

¿Yo fui capaz de creerle a todos? Claro que no. Sabía que ella no lo había hecho.

—No la llames así —advertí.

—La llamo por lo que es.

—¿De verdad crees tener moral para llamarla así, luego de engañar a tu pareja tres veces con la misma persona?

Mis amigos rieron y me apoyaron. Ella se indignó y cerró su boca. Bien.

—¿Cuánto creen que nos quedemos aquí? —Joseph cambió el tema.

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