41- Consecuencias

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KAILI

Jason: me las vas a pagar.

No dejaba de mirar aquel mensaje desde que me había llegado hace cinco minutos. Me encontraba en el almuerzo, reprochándome por qué dejé que Seamus me besara delante de su equipo de Hockey.

—¡Kaili! —me llamó Aimeé, chasqueando dos dedos delante de mis ojos. Me enfoqué en ella mientras no dejaba de sentir toda la sangre bajar de mi rostro—. Llevo rato hablando sobre los audífonos que tanto quiero y tú no me prestas atención.

Ignoré su comentario y guardé el teléfono en mi bolso. Toda mi mente comenzaba a maquinar de prisa. ¿A qué se referirá? ¿Qué es capaz de hacer? Y lo mas importante, ¿Cómo se enteró si él estaba en terapia intensiva? ¿Así de demoníaco era?

Por instinto miré a la mesa de Seamus; a él no parecía llegarle ningún mensaje todavía. ¿Debía decirle? ¿Cómo? Todos estaban en la cafetería, nos verían. Esperé, impaciente, a que él se diera cuenta de mi mirada en su nuca. Nada... ¡Nada!

Repiqueteé mis dedos en la mesa, ansiosa, hasta que vi cómo Seamus miraba más atentamente su teléfono. Por su perfil, noté que frunció el ceño y luego abrió los ojos en par. En cuestión de segundos, su cabeza se viró bruscamente hacia mi mesa, donde me atrapó viéndolo de forma descarada.

Sentí la complicidad cruzando entre nuestros ojos. Mi piel se sintió más consciente de lo que esto podría ocasionarme. Mi cuerpo quemaba en mi interior como si miles de dagas atravesaran mis venas.

No podía controlar a mi corazón desenfrenado de miedo.

Me levanté de mi asiento con más ímpetu del necesario. Caminé hacia la mesa donde yacía un Seamus que me seguía cada movimiento con sus profundos iris. Cuando estaba a centímetros de ella, la esquivé estratégicamente, no sin antes dejarle una mirada significativa al castaño que tomó con facilidad.

Escuché cómo Seamus se disculpaba por lo lejos para seguirme el paso.

Me aseguré de que no estuviese nadie en los pasillos para correr hacia el cuarto del conserje. Segundos después, Seamus abrió la puerta y la cerró tras de sí. Entre la oscuridad sólo presenciaba su calor corporal. Busqué a tientas el interruptor de luz. Cuando pude ver su rostro, ninguna expresión fue transmitida.

—¿Te llegó el mensaje? —le pregunté, sintiendo mi corazón colapsando.

—Vaya, y yo que creía que me traías aquí con otro propósito —objetó, haciendo un puchero.

—Esto no es ninguna broma, Seamus. No lo conoces.

Ahí fue cuando sentí su aura relajado y despreocupado. Apoyó su espalda en la pared, indolente.

—No tienes por qué preocuparte —cuchicheó, tomando mis hombros con sus manos—. Jason está internado en un hospital. Yo creo que solo está tratando de alterarnos por nada.

Las pequeñas caricias en mis brazos me trajeron calma... pero no la suficiente como para dejar el tema por terminado.

—No estoy segura... yo... —tartamudeé, nerviosa—. ¿Por qué no me deja en paz?

—Porque él es un idiota —contestó—. Sólo quiere hacernos perder la paciencia.

Mi cabeza no podía dejar de pensar en todas las posibles venganzas que Jason podría tener preparadas para nosotros. Sin embargo, entre tanto pensar, algo se encendió en mí.

Era ridículo pensar que él podría ser capaz de lastimarme, estando internado a millas de aquí. Una cosa que aprendí de él con los años es que adora hacer las cosas en persona; nunca le ha gustado que alguien llegase y las hiciera por él. No obstante, sí adoraba tener la compañía de personas como Thomas en su círculo de amigos.

WishGuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora