Dos semanas.
Habían pasado dos semanas desde que Seamus se alejó de mí por mi pedido. No lo dudó ni siquiera dos segundos, y estoy agradecida por eso.
Me sentía liberada e independiente de mis decisiones. Durante estas dos semanas me he concentrado en mis amigos, contando con una chica nueva de algebra llamada Hillary.
Aunque en el fondo me sienta triste con la separación de un chico que apenas conocía, estaba segura de que era lo mejor para ambos.
En cuanto a la situación en su casa, yo no la he visitado desde entonces. Tatiana me llamó un par de veces y siempre le daba una excusa. A la semana, ella dejó de insistir, pero dejó en claro que si mi madre preguntaba si dormía allí, ella no iba a mentir. Al fin y al cabo son amigas.
Y si preguntan cómo compro comida y mis cosas necesarias para vivir, pues la respuesta es simple: trabajar.
He intentado buscar más de diez trabajos durante esta semana. He logrado cuidar a dos revoltosos niños, lo cual no fue una experiencia que quisiera rememorar, pero los padres pagaron bastante bien, así que tuve que mantenerme con la boca cerrada.
La alarma que activé en mi teléfono me indicó que el autobús llegaría en cinco minutos. Oh, no. Ni siquiera he desayunado.
Me apresuré a la nevera para tomar lo primero que encontré. Un pan, un miserable pan. Necesito un trabajo y rápido. Resignada, decidí cogerlo y salí a zancadas hacia la parada del autobús. Quedaba a tres minutos, y si el pan no me demoró dos minutos o más, creo que llegaría a tiempo.
No fue así.
El autobús me dejó en mis narices. No, no, no. No me atrevía a pedir que me llevara un vecino, no era lo suficientemente valiente como para dar ese paso.
Sintiendo una presión en mi pecho por llegar tarde saqué mi celular. Busqué entre mis contactos y cuando me di cuenta de a quienes tenía como opciones, el mundo se derrumbó.
Jamás me atrevería a volver a confiarle mi vida a Aimeé en la carretera. La última vez que le pedí que me llevara, prefirió acelerar y repasar a un niño con una pelota que iba a cruzar, que esperar como una persona civilizada y dejar que la pobre criatura pasara.
Descartada.
Thomas dijo que su padre lo llevaba a clases. Definitivamente no entraré en un auto con un padre que puede pensar que somos pareja, cuando no era así.
Descartado.
Hudson odiaba manejar, lo hacía en caso de emergencias. Y si una persona odia algo, por ende ese algo se hará mal, así que no me arriesgaré.
Descartado.
La chica nueva, Hillary, no sabía manejar.
Descartada.
Mi corazón se encogió en mi pecho cuando vi su nombre en mis contactos. Mi vista se nubló y mis manos temblaron. Cerré los ojos y me concentré en olvidar su nombre, pero, ¿Cómo podría olvidar aquel nombre que tanto daño me hizo? Era una maldición que jamás desaparecería.
No me atrevía a borrar su contacto, se me formaba un nudo en la garganta.
Con la poca valentía que me quedaba, respiré profundo y pasé su contacto, sin atreverme a mirarlo una vez más.
Entonces me encontré con el último nombre, la última opción. Esa persona que detestaba, pero que aún así me daba curiosidad saber.
Seamus Arden.
Era un experto conduciendo, eso lo sabía muy bien. Tiene experiencia, habilidad y lo mejor de todo: accesibilidad.
Tenía todas las razones para llamarlo, pero algo me detenía. Esas palabras que les dije hace dos semanas se quedaron estancadas en mi cabeza. Nunca le había hablado así a alguien. Acostumbraba a ignorar mi alrededor y no meterme en problemas, pero a su llegada, todo cambió.
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WishGuy
RomanceLa música lo era todo para mí. La melodía que inundaba mis oídos al estar con él era inefable. Debía alejarme de él, lo sabía, pero la mezcla de sonidos que él creaba me prohibían estar lejos de su música. "Su música" Sabía que no todo en la vida...