22- Debate

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—Gracias, Kaili, por unirte a la clase —dijo la profesora, pedante, pero con una sonrisa.

Me senté en silencio en el espacio a su lado. Evité mirarlo a toda costa y me concentré en la clase.

Seamus estaba al otro lado de Jason, cazándome con la mirada. Los evité a ambos.

—Hoy discutiremos sobre la pena de muerte —anunció, moviéndose de un lado para el otro—. ¿Debería seguir siendo vigente? ¿Es necesaria su existencia? Se está matando una vida, ya sea inocente o culpable, ¿Esto no iría en contra de los principios de un ser humano? Recuerden que todas las opiniones son válidas y de levantar la mano antes de hablar.

Abrí mi agenda y anoté mis ideas, mientras uno por uno daba su punto de vista.

—¿Kaili? —me preguntó, invitándome a dar mi opinión, luego de unas cuantas rondas.

Respiré hondo y me concentré en cualquier cosa que no fuera mi alrededor.

—Considero que debería ser vigente, pero en casos totalmente extremos —inicié—. Son personas que cometen asesinato y causan un daño colateral en nuestras comunidades. Si se les da la oportunidad de vivir, demostramos que la sangre en sus manos de las vidas perdidas valen menos que la suya. Los castigos deben tener la misma magnitud que los crímenes...

Jason levantó su mano. Tensé la mandíbula, manteniendo la paciencia.

—¿Sí, Jason? —la profesora aprobó.

—Bueno... en contraste a lo que mi compañera Kaili opinó... —aquí vamos—, la pena de muerte infringe el derecho más fundamental, el derecho a la vida. ¿Por qué no hablamos de los religiosos? Ellos citan que el único ser capaz de quitar la vida es El Ser Supremo, al que ellos deciden creer sin plena prueba de su existencia, y aún así apoyan tales leyes inhumanas y degradantes.

La cólera recorrió mi cuerpo. Seguí evitando su mirada.

No, Kaili. Cabizbaja. ¿Recuerdas? Cabizb...

Levanté la mano, pidiendo la palabra.

Carajo.

—Kaili.

La necesidad de callar su boca me impulsó a hablar.

—En oposición a mi compañero —ni siquiera me atreví a decir su nombre—, los derechos de las personas se otorgan, pero ¿Cómo no ser juzgado si fracturaste los derechos de vivir de otra persona? Lo justo sería que tus derechos se revoquen si tú mismo infringiste los de otra persona. Y en cuanto a los religiosos, no hay pruebas que demuestren que todos apoyan la pena de muerte. No es cuestión de etnia o cultura, es cuestión de sus propias creencias.

—Sin embargo... —carraspeó la garganta y habló sin pedir la palabra—, las creencias provienen de tiempos catastróficos, donde las mujeres eran asesinadas y las guerras tomaban poder en nuestra historia. ¿Qué nos asegura que sus propias creencias no fueron envenenadas por sus ancestros?

—¿Y qué nos asegura que sí? —rebatí, tomándome el valor de mirarlo a los ojos.

La maldad en su iris...

—Nada lo asegura, pero igualmente nadie tiene el poder de decidir quién morirá y quién no, y mucho menos un jurado que no conoce al, considerado culpable, ni a su historia.

—¿Pero él sí puede decidir si la víctima morirá o no? Es un tanto controversial, sabiendo que estás apoyando la idea de vivir. Déjame decirte que él le arrebató la vida a alguien. No debería ser considerado una persona —espeté con toda mi furia moderada en mis palabras.

WishGuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora