𑁍 001

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DESEMBARCO DEL REY. 127 d.c⚜️

El sonido de cazuelas, charlas a la lejanía, personas disfrutando de la vida nocturna y diversos show's ofensivos hacia la corona era un sonido de fondo para los habitantes de aquella humilde y pequeña casa. Dentro de está, al frente de un desgastado y roto espejo, un príncipe de cabellos platinados apreciaba la manera en qué lucía con una corona de flores silvestres sobre sus cabellos.

— ¿Cómo crees qué me veo, Soph? —dio media vuelta para ver con una sonrisa a la niña.—

— Te ves cómo un imbécil. —respondió en su lugar un flacucho y alto chico bajo el marco de la puerta, ganándose un grito indignado del príncipe.—

— ¡Jacob! No le digas así, además Aegon se ve muy bonito. —reprendió con un puchero la más pequeña de la habitación, abrazando una de las piernas del mayor quién sonreía burlón.—

— ¿La escuchaste, Jacob? Me veo hermoso, tu eres un envidioso.

La charla entre los tres jóvenes se había extendido por unos minutos, hasta qué se vieron interrumpidos por la señora Belén.

Belén era una anciana de unos setenta años de edad, que se hacía cargo de unos cuantos huérfanos de Desembarco del rey, todos ellos eran bastardos, hijos de prostitutas qué fueron embarazadas por poderosos o menores señores en sus visitas a Desembarco del Rey. Aegon se dedicaba a visitarlos cada noche que podía, llevándoles la comida o frutas que se robaba de las cocinas o libros, también ofreciendo sus bastos conocimientos, de los más básicos a los más complejos, aunque no era un gran profesor.

Sophia era la más pequeña del lugar junto a su mellizo, Thomas, estos niños eran los principales alumnos del príncipe, el cual les enseñaba principalmente a leer y escribir. Aunque también habían jóvenes más grandes, los mismos dormían en la sala, sobre viejas y desgastadas sábanas. Aunque algunos ya contaban con las nuevas frazadas traídas por el príncipe bastardo.

Absolutamente nadie sabía dónde pasaba Aegon durante sus noches de escape, sacando rumores sobre sus estadías en la calle de seda o cervecerías de cuarta. No podía negar que había intentado ir muchas veces a la calle de seda, sin embargo, el asco que le generaba ver a niñas ser profanadas por viejos adinerados ganaba a sus deseos carnales.

Hoy era una de esas muchas noches, donde  Aegon se encontraba cenando con esos abandonados niños mientras su madre y abuelo creían qué está engendrando bastardos a diestra y siniestra.

Las cenas en la casa de Belén siempre fueron las favoritas para Aegon, no debía ser un príncipe, sólo un joven que disfrutaba de una cálida comida junto a sus amigos.

Porque Aegon los consideraba amigos, especialmente a Camile, la más grande de todos qué fue a parar allí luego de que Belén la rescate de llegar a trabajar en la calle de seda. Esta era una bastarda de los Tully, aunque ni ella sabía específicamente de cuál de los tres hermanos, restandole completa importancia, pues ella estaba satisfecha con su vida.

Encontraba en ella a una gran amiga, quien siempre lo apoyó desde que encontró esa casa a sus cortos trece onomásticos. Lo cual no cambiaba hasta el día de hoy.

— No comas eso, pequeño. — el único platinado de la habitación alejó con cuidado la pera podrida que se acercaba el pequeño Thomas a sus labios, quien lo vio confundido.— Les traje algo.

Con una emocionada sonrisa se levantó de la mesa de un solo salto, dirigiéndose a un bolso de tamaño medio que tomó y volcó sobre la mesa, dejando caer una gran cantidad de fruta de notable buena calidad. Todos los jovenes y niños se lanzaron emocionados hacia la fruta, comenzando a comerla mientras el Targaryen sentía la cálida mirada y sonrisa de Belén sobre su rostro.

Cuando ya todos terminaron y le agradecieron a Aegon por las frutas, comenzaron a caminar somnolientos hacia sus camas, el mismo se iba a dirigir al sector donde estaba la frazada de Camile cuando fue atraído a un fuerte abrazo de la mujer mayor.

— Oh, mi dulce niño, nunca encontraré las palabras para agradecerte lo que haces por mi y mis pequeños. —la voz enternecida, la sonrisa y las caricias de la mujer sobre sus mejillas fue lo que hizo crecer una orgullosa sonrisa en el rostro de Aegon.—

— No debes agradecerme nada, abuela Belén, yo lo hago porque los quiero y porque soy un príncipe, el deber de un príncipe es cuidar de su reino y su pueblo. —la mujer canosa dejó escapar una pequeña risa mientras besaba la frente del más alto.—

— Eres un excelente príncipe y haces de forma maravillosa tu trabajo, me siento muy orgullosa de ti, Aegon. —y aunque el príncipe trató de evitarlo, terminó abrazando fuertemente a la mujer quien se reía mientras el platinado la zarandeaba.—

Luego de unos minutos más hablando, Belén se retiro a su habitación y Aegon se acercó al otro extremo de la habitación, donde habían cinco frazadas que antes pertenecían a su hermano Aemond y a los cuartos de visitas, en los cuales estaban recostados jóvenes de su edad.

— Aegon. —lo llamó Susan, una risueña chica que tenía un año menos que él, al lado de la cama de Camile.— ¿Crees qué puedas traerme más libros sobre Aegon el conquistador?

— Mh, esos libros ahora los está estudiando mi hermano pero lo intentaré, Susan. —le respondió devolviendole la sonrisa emocionada a la chica.—

— ¿Qué? ¿Ahora le tienes miedo a tu hermano, principito? —le preguntó burlona Camile, siendo seguida por la carcajada de Jacob.—

Aegon los miro a ambos bufando mientras se tendía al lado de Harry, un callado chico qué siempre se dedicaba a leer los libros de escritura básica que el príncipe traía.

— Ustedes porque no conocen al psicópata de Aemond. — se defendió de sus burlas.— Ese chico está demente, creo que peor que mi tío Daemon.

— Nadie le gana a tu tío Daemon. — comentó Jacob.— Aún recuerdo el revuelo que se produjo en la ciudad cuando quemó toda la calle de seda con su dragón luego de qué el rumor con la princesa Rhaenyra salió a flote.

— Ese hombre es demasiado intimidante. —asintió Susan rápidamente, de acuerdo con su amigo.—

— Bueno, ustedes no viven con él. — sonrió burlón Aegon, llevando una copa de vino a sus labios.— Aunque el tuerto de mi hermano va siguiendo sus pasos.

— ¿Ya empiezas con esa mierda? —renegó la mejor amiga castaña de Aegon, segundos antes de tirar su copa al suelo bajo la indignada mirada del pálido.—

— ¡Oye! ¿Qué te pasa? —exclamó enojado.—

— ¿Acaso se te olvida que prometiste no beber?

Los tres jóvenes restantes, incluyendo a Harry, solo se quedaron tensos mirando la escena que se creaba frente a sus ojos.

Aegon era una persona con paciencia y simpática, pero cuando hacían algo que no le gustaba o iba en contra de sus deseos, toda esa parte de él desaparecía.

— Puedes ser mi amiga, Camile, pero qué no se te olvide con quien estas hablando. —El Targaryen hablaba con una voz susurrante, provocando qué la morena tensara su entrecejo molesta.— Es suficiente con hablarme y hacerme recordar, la próxima vez qué hagas algo cómo eso, cortaré tu mano.

Tras su amenaza y tomar la grisácea capa que había dejado sobre una de las sillas, Aegon salió enfurecido de la oscura sala con las miradas del resto de jóvenes presentes.

— No debiste hacer eso, Cami. — habló con voz suave Harry mirando hacia la chica qué se acostaba suspirando sobre su sabana.—

— Lo sé, pero no me gusta para nada cuando bebe.

— Mañana se le pasará.

Sin tocar más el tema, los jóvenes se durmieron, sabiendo qué aquello era cierto.




















¿Qué les pareció?

¿Dejo los aspectos de los chicos?

Sophia es un amor, se la vera mejor más adelante.

Yyy no se olviden de votar o comentar, se los agradecería mucho.😘

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora